—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Piquito va al cole (1)

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completa

Joé, don Faustino, ¿podemos hacer un descansillo? Estoy hecho puré…
—¡Pero si sólo llevamos quince minutos!

Sí, sólo iban disputados quince minutos del primer encuentro entre don Faustino y Piquito, destinado a ampliar el horizonte cultural del prometedor futbolista del Rayo de Mospintoles, cuando la estrella del balón ya no podía con las botas. Y es que este partido se disputaba en el terreno de las ideas, de la cultura, del lenguaje, temas a los que nuestro figura no les hincó el diente en ninguno de sus años de estudiante frustrado. ¡Si lo sabía bien don Faustino, que llegó a darle clase!

Sin embargo, había sido el propio Piquito quien hacía unos días le había pedido al viejo profesor que le diera clases particulares al darse cuenta de la importancia de expresarse correctamente ante los medios y, porqué no decirlo, para poder aprobar el examen de conducir pues la lectura le resultaba un suplicio y, encima, indescifrable.

—Es curioso, Piquito, cómo puedes aguantar noventa minutos en un terreno de juego con las pulsaciones a más de 150 mientras que un cuarto de hora de trabajo intelectual te deja baldado perdido. Asunto digno de una tesis doctoral…
—No se cachondee de mí, don Faustino, que ya tengo bastante con lo que tengo…
—No, si hablo completamente en serio. En realidad es una constatación histórica: muy poquitos, casi unos privilegiados, han conseguido destacar a gran nivel y simultáneamente en el ámbito intelectual y físico. Pero dejemos la teoría para otros momentos. ¿Te apetece un agua o una bebida isotónica?
—Lo que tenga usted por ahí, don Faustino…
—Voy a ver qué sorpresas me depara mi visita al frigorífico. Ahora vuelvo…

» Sabía que don Faustino era la persona más adecuada para enseñarle a mostrarse ante los demás con cierta seguridad, sin complejos, sin temor a parecer un analfabeto integral.

Piquito estaba incómodo. Desde que había llegado a casa de don Faustino, el corazón le palpitaba como si estuviese jugando un partido de Champions. Había faltado el canto de un duro para llamar por teléfono al profesor y anular la cita. ¿Era miedo lo que sentía? ¿Miedo a lo desconocido, al ridículo o al futuro? Sabía que don Faustino era la persona más adecuada para enseñarle a mostrarse ante los demás con cierta seguridad, sin complejos, sin temor a parecer un analfabeto integral. Era amigo suyo, siempre lo había tratado bien, con respeto y cariño, y ahora esperaba que su ayuda le sirviese para superar esos miedos nacidos tras darse cuenta del inmejorable porvenir que le esperaba en el fútbol. Por él había dejado todo y por él aprendería lo que fuese necesario, aunque para eso tuviera que sudar más que en el terreno de juego.

(Continuará…)