—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

20-N (1)

[En 5 entregas diarias]

El día ha amanecido en Mospintoles frío y gris. A eso de las ocho de la mañana la ciudad estaba completamente vacía, como si a esa hora estuvieran echando por la tele un Madrid-Barça. Pero no, simplemente es domingo, ese día maravilloso en que la mayoría de la población que trabaja puede permitirse el lujo de permanecer en la cama un par de horitas más que los días laborables. Hoy el personal no ha cambiado las buenas costumbres domingueras pese a que es un día especial. Los mospintoleños, como todos los españoles, estamos llamados a las urnas para decidir entre todos quienes nos gobernarán en los próximos años.

—Ya era hora… Cada cuatro años un voto y luego, si te he visto no me acuerdo.
—Hay otros países en que ni eso… Sólo conocen las urnas funerarias…
—Pues nada, demos inmensos saltos de alegría por lo privilegiados que somos. ¡Gracias, Señor, por darnos a elegir a quienes nos freirán a impuestos, congelarán nuestras carteras, nos mentirán a mansalva y se forrarán a nuestra costa!
—Tío, todo lo ves en plan negativo pese a que eres un afortunado. Con gente así todavía estaría viviendo Franco.

» ¡Día de elecciones, día en que los ciudadanos pueden expresar en unos segundos todo lo que llevan rumiando durante cuatro años!

La conversación anterior la oímos a eso de las ocho de la mañana en el «Bar Sombra», el más madrugador de Mospintoles. Un garito estrecho y de poca luz donde siempre acuden los mismos parroquianos, a los que no intimida la penumbra del local ni el careto vampírico del dueño.

—Haya paz, señores, y no me nombren a ese cabrón que hoy hace justamente 36 años que la palmó.
—¡Ostras, tienes razón! Tal día como hoy se fue a freír puñetas el dictador…
—Que murió en la cama, por cierto. Harto de vivir y de reírse de todos los que luego salieron de debajo de las piedras, cuando ya no tenía mérito alguno, proclamándose antifranquistas de toda la vida…
—¿Y a quién demonios se le ocurriría convocar unas elecciones democráticas en este día, para recordarnos al sátrapa?
—A quién va a ser, hombre, al Presidente… Como siempre se ha estado riendo de nosotros, ha querido acabar su mandato haciendo la gracia completa…

Eran las ocho y media de la mañana cuando estábamos delante del Instituto Fernando Orejuela. A diferencia de los días lectivos en que la chavalería se afana en hablar a gritos y en correr por los pasillos, convirtiendo el centro educativo en una casa de locos, hoy sólo se respira paz y sosiego. A lo sumo, si se afina un poco el oído, se podrá escuchar el suave rumorcillo de los árboles del patio, cuyas hojas se bambolean al ritmo que marca una brisa ligera. (Como somos algo duros de oído no pudimos oír nada de nada por mucho que lo afinamos pero ahí queda la descripción, para que vean que somos gente sensible que sabemos disfrutar con cualquier fruslería).

En algunas de sus aulas todo está casi a punto para afrontar una jornada histórica en nuestra democracia. ¡Día de elecciones, día en que los ciudadanos pueden expresar en unos segundos (el momento en que depositan su voto en la urna) todo lo que llevan rumiando durante cuatro años, día en que los políticos ponen velas a San Cucufato para que los ciudadanos no los manden al paro!

Dos policías nos impiden el paso pese a que sólo queremos ver los últimos preparativos de las mesas electorales. Ver, por ejemplo, a esos presidentes y vocales de mesa que deben estar dando saltos de alegría por haber sido elegidos para desempeñar tan alto cometido.
—No pueden entrar, señores. Las votaciones comienzan a las nueve de la mañana.

Decidimos entonces ir a la Cafetería «La Cama» para pulsar el ambiente electoral y, de paso, para entrar en calor porque en la calle hace un frío de narices. Allí se han tomado en los últimos meses, en torno a un vermut y unas aceitunas, algunas de las decisiones más importantes para la ciudad pues es lugar donde María Reina, la actual alcaldesa, suele acudir a menudo. Al fondo, en el reservado, está Octavio Hermosilla, el dueño del local.
—Hoy debe ser un gran día, el comienzo de la recuperación económica, el regreso de valores tan importantes como el esfuerzo o el trabajo bien hecho. Esas cosas que tan poco ha prodigado el gobierno cantamañanero que hoy vamos a despedir.
—¿Y qué opinas de la coincidencia del 20-N de la muerte de Franco y el 20-N de estas elecciones?
—La gracieta de Zetapé le va a salir por la culata porque para la historia quedará que hoy también exhaló el último suspiro…, políticamente hablando, claro…

Hermosilla, representante de la pequeña y mediana empresa de Mospintoles, conoce muy bien el paño y sabe que la situación económica viene degradándose sistemáticamente cada día que pasa. Por eso él viene soñando con este día electoral, como inicio de un cambio de rumbo. En su opinión, sólo un nuevo gobierno podrá crear la suficiente confianza en los mercados, empresariado y banca para que empiece a fluir el crédito, la creación de puestos de trabajo y la vuelta a la normalidad económica. Hermosilla, como pueden comprobar, es un optimista de tomo y lomo.

Regresamos al Instituto Orejuela pues sabemos que don Faustino es madrugador ya que muchos domingos le gusta irse a la sierra a estirar las piernas por algunos carriles y sendas forestales. Y si, de paso, cae en la mochila algún espárrago triguero o alguna seta, miel sobre hojuelas.

No nos equivocamos. Acaba de votar en la mesa A de la sección 57.
—Yo he sido madrugador pero los señores Cogollo y Mirlitón seguro que me ganan en tempraneros.
—Desde las siete de la mañana nos estamos pateando la ciudad, don Faustino.
—Ya sé que no les gustan los premios pero merecen ser nombrados Hijos Ilustres de Mospintoles…
—Ni se le ocurra, señor concejal…
—¿Y hasta qué hora piensan estar trabajando hoy?
—Hasta que se cierren las urnas, a las ocho de la noche.
—Tómenselo con calma porque ya no son unos chavales. ¿O prefieren venirse conmigo a patear la sierra?
—No nos ponga los dientes largos… Como cronistas oficiales, nuestra obligación es estar al pie del cañón en día tan señalado y no buscando hongos…
—Pues entonces les invito mañana a comer los que encuentre y, a cambio, me cuentan lo más sobresaliente de lo hoy ocurra en Mospintoles. Les espero a las siete de la tarde en el Bar Manolo. ¿Les parece bien?

Naturalmente que nos parecía de perlas la propuesta del viejo profesor. De lo que ya no estamos tan seguros, a nuestro pesar, es de que encuentre muchas setas por el camino. ¡Ojalá nos equivoquemos!

[Continuará…]