—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Charla en la tutoría (1)

versión
completa

Don Faustino no sabía cómo hincar el diente a la conversación que tendría dentro de unos minutos con los padres de Sergio Matute. Siempre le incomodaba tener que dar malas noticias sobre el rendimiento escolar de uno de sus alumnos. Estaba acabando el curso y el chaval había demostrado escasa afición por los estudios. No era torpe, simplemente que iba a su bola. Aunque tenía una buena familia (su madre, concejal del Ayuntamiento, y su padre un pequeño empresario al que no le iban mal las cosas), tenía la impresión de que al mozo le faltaba un poco de control y seguimiento por parte de sus progenitores, cosa –por otro lado– muy habitual en estos tiempos.

—¿Se puede?

» Este hijo mío tiene el mismo problema que el padre: se queda ensimismado en cuanto ve una pelota, un coche o una videoconsola.

El careto de Sebastián Matute asomó por la puerta de la tutoría.
—No sólo se puede si no que se debe, Sebas. Adelante…

Los dos se abrazaron cordialmente. Se conocían desde hacía años. Una relación estrictamente comercial (don Faustino llevaba su “Ferrari” al taller propiedad de Sebastián) que con el paso del tiempo había derivado en una confianza de amigos, sin pasarse.

—En unos minutos llegará María. Ya sabes, siempre está liada con el maldito Ayuntamiento. Ya es malo que la mujer trabaje pero que encima sea política…
—Sé que lo llevas bastante mal, Sebas, pero no me seas retrógrado… Es buenísimo que la mujer trabaje fuera de casa. El problema es que entonces nadie suele trabajar dentro, lo que es fatal si hay niños de por medio.
—Pues eso es lo que llevo mal. Si se derrumbase la vivienda no pillaría debajo a María porque ella siempre está en cualquier parte menos en casa. Yo me encargo del taller, de la comida y del zagal. Las dos primeras cosas no se me dan nada mal pero yo no valgo para cuidar niños.
—Sebas, que tu hijo tiene ya 14 añitos y le está saliendo barba…
—Será aquí, pero en casa sigue siendo como un bebé. No ayuda en nada, no quiere estudiar porque dice que hay otras cosas mucho más importantes que eso y yo soy incapaz de obligarle a que cumpla primero con sus obligaciones y luego se dedique a matar marcianitos.
—¡Buenas tardes, don Faustino!

Sí, doña María Reina acababa de asomar su cuerpo serrano por la puerta del aula. Parecía alegre y feliz.
—Espero que Sebas le haya explicado mi leve retraso… Sin que sirva de precedente hemos tenido un Pleno de lo más agradable y provechoso, así que estoy muy contenta. No sé cuánto tiempo me durará…
—Pues en cuanto don Faustino empiece a hablar del Sergio…
—Ya lo tengo asumido. Este hijo mío tiene el mismo problema que el padre: se queda ensimismado en cuanto ve una pelota, un coche o una videoconsola.

(Continuará…)