—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

El tiburón y la orca (3)

(Lee la entrega anterior)

—Supusimos que ustedes lo supondrían… —ironizó López mientras miraba a Basáñez, que había sacado una pluma del bolsillo de su americana para tomar algunas notas, pero viendo que por la plumilla no se deslizaba la tinta, estaba intentado repararla.
—Señor López, evitemos caer en recriminaciones mutuas que no nos van a llevar a ningún lado. Sin duda alguna usted es conocedor del funcionamiento presupuestario de la Administración local, así como de la constante precariedad de las arcas municipales. No me cabe duda alguna de que es usted plenamente consciente de que este ayuntamiento no está, ni por asomo, en condiciones de desembolsar una cantidad que se aproxime siquiera a la cifra aquí consignada. Porque no pongo en duda que esa cantidad es fiel a la realidad.

» Segis se dio cuenta entonces de que López no estaba jugando.

Basáñez manipuló torpemente la plumilla y una gran mancha emborronó la cuartilla que tenía delante dejándole la mano embadurnada del enojoso líquido con el que pretendía escribir.
—¡Vaya! Lo siento, señores. Me van a tener ustedes que disculpar. He de limpiarme con premura, antes de que eche a perder el traje. ¿Dónde puedo encontrar un lavabo, por favor?

María miró el folio que Basáñez tenía delante; no había escrito ni una sola línea. La teniente de alcalde le informó de que el lavabo estaba en el pasillo y que la secretaria, al salir de Alcaldía, le mostraría su localización.

Mientras Basáñez abandonaba el despacho López sentenció.
—En ese caso, señor alcalde, me temo que estamos en un punto muerto. Será una lástima tener que informar a la población de que el Rayo no puede jugar en segunda división porque su Ayuntamiento no atendió las llamadas del Rayo en tiempo y forma.

Segis encajó el sopapo sin pestañear.
—Aunque cabe alguna otra posibilidad —apuntó López—. En España no es muy habitual, pero el Rayo podría irse a disputar sus partidos en otro municipio más o menos cercano.

El alcalde esbozó una media sonrisa mientras el empresario hacía una larga pausa. Segis no estaba impresionado.
—Es el Rayo de Mospintoles —objetó.
—Es el Rayo de Industrias López&Asociados, señor Alcalde —puntualizó López.

Por su parte Basáñez, en el lavabo, se había limpiado rápidamente las manos. En realidad la torpeza cometida con la plumilla había sido una estratagema para abandonar la reunión y telefonear al encargado de la “representación”, como la había llamado López cuando venían en el taxi.

De vuelta al despacho de Alcaldía la reunión no había avanzado mucho.
—Señor López —estaba diciendo Segis—, me da que usted tiene más propuestas que hacernos…
—Si el Ayuntamiento carece de recursos para acometer esa reforma, nosotros como empresa no estamos en situación de invertir esa misma cantidad en un inmueble que no es de nuestra propiedad —y Basáñez tomó asiento de nuevo junto a López.
—No se trata exactamente de la misma cantidad, López. En este presupuesto está incluido el beneficio industrial de la empresa contratista, el impuesto de sociedades, y otras cantidades que ustedes no tendrían que desembolsar si la obra la realiza el Ayuntamiento. Sencillamente, no obtendrían beneficios, ello a cambio de una concesión en exclusiva de… digamos… ¿20 años?
—Ni por una concesión a 50 años, señor alcalde. Me temo que nuestro sueño choca aquí contra un muro. Quizá sí dispongamos de la cantidad para financiar el coste bruto de la reforma. Pero entienda que una cosa es el Consejo de Dirección del Rayo y otra muy distinta el Consejo de Administración de Industrias López&Asociados. Son precisamente mis socios los que no estarían dispuestos a correr el riesgo de invertir en un inmueble que, quizá, sólo necesitemos por este año. Entra dentro de lo probable que el Rayo regrese el año que viene a segunda B.

Segis se dio cuenta entonces de que López no estaba jugando. Era consciente de que un descenso de categoría podría devolver al Rayo no sólo a segunda B, sino a la tercera división en la que había militado desde que tenía memoria. Las finanzas del fútbol estaban siempre supeditadas a los éxitos deportivos, y tras un descenso de categoría los ingresos disminuyen geométricamente y la deuda aumenta exponencialmente; la regresión puede llevar incluso a la desaparición de la entidad abrumada por los impagos. Antecedentes había…

(Continuará…)