—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Segundos fuera (5)

(Lee la entrega anterior)

Comenzó el combate a la voz de ¡box! y Juanmi ocupó el centro del ring. El otro chaval giraba a su alrededor, y mantenía un bailecito en el que coordinadamente movía las piernas y a la vez el busto en lo que en algún momento parecían direcciones opuestas. Todo ello era muy armonioso y se combinaba con algunos tibios puñetazos hasta que mediado el asalto sonó una fuerte bofetada que cogió a Juanmi con la guardia baja y lo sentó en el suelo.
—¡Vámonos! —bramó don Faustino levantándose como un resorte.
—Estése quieto, don Faustino —ordenó Sebas tirando de la manga del maestro y consiguiendo que se volviera a sentar.

» El público pitó y abucheó al árbitro y don Faustino tampoco se quedó atrás.

La muchedumbre, en pie, había dejado de vociferar y se había hecho un silencio que sobrecogía por la brusquedad con que el gentío pasó del infinito al cero. Juanmi se había levantado y había mirado hacia su rincón haciéndoles señas de haber resbalado, pero el árbitro desgranó la cuenta porque lo habían tumbado de un guantazo.

El combate prosiguió con algunos intercambios de golpes pero sin nada más digno de reseñar hasta que sonó la campana que ponía fin al primer asalto. Juanmi vino hacia su esquina, que era la más próxima a donde se encontraba don Faustino con Sebas y Manolo. El profesor, tenso, se levantó y gritó:
—¡Juanmi, hijo, protégete…!
—Ni te ha oído, Faustino, no te canses. Además, con semejante argumento táctico no creo que seas de mucha ayuda —ironizó con flema Manolo.

Don Faustino se sentó de nuevo en el borde de la silla. Comenzó el segundo asalto con Juanmi, según parecía, totalmente recobrado. Se desenvolvía con soltura y ejercía presión desde el centro al otro chico, que se vio obligado a moverse más velozmente. Juanmi avanzaba, acosando, sacando manos, y su rival se movía describiendo un gran círculo con el ensogado pegado a la espalda. El cerco se fue cerrando entre escaramuza y cruce de manos y el otro chaval se vio en un rincón. Juanmi le cerró el paso y el chaval comenzó a moverse en el sentido contrario; el mospintoleño parecía ahora más decidido. En una de esas, sobre el jab de Juanmi su antagonista sacó dos directos que el mecánico evitó parando el primero y dando un paso lateral para alejarse del segundo. No bien había apoyado su pie atrasado cuando un cruzado de derecha, casi un swing, entraba por encima del brazo izquierdo impactando en la base de la nariz del rival, que perdió el equilibrio, y fue trastabillándose hasta llegar a las cuerdas. El público rugió y don Faustino, dando rienda suelta a la tensión acumulada, se levantó de la silla de un brinco:
—¡Dale! ¡Dale! ¡No lo dejes! ¡Así, ahora! —y movía los brazos torpemente mientras profería estas exclamaciones. A su lado sus compañeros hacían gestos similares y vociferaban, lo mismo que el resto del pabellón.

Juanmi acabó por derribar a su rival y el árbitro lo envió a un rincón neutral para aplicar al púgil caído la cuenta de protección. El adversario se levantó y al finalizar el conteo de ocho el árbitro pidió a la mesa que parara el tiempo para llevar al boxeador a su esquina a fin de que le limpiaran la sangre que había comenzado a manarle por las fosas nasales. El público pitó y abucheó al árbitro y don Faustino tampoco se quedó atrás.

Limpiada la sangre, el referee ordenó que se retomara el combate y los dos luchadores se mantuvieron fieles a sus respectivos estilos, el rival manteniendo la distancia y Juanmi entrando en el infighting. El clamor del gentío ocultó el tañido de la campana que indicaba el final del asalto y el oficial encargado de hacerla sonar tuvo que dar varios martillazos consecutivos en el instrumento para hacerse oír por el árbitro.

Durante los descansos la animación en la grada y en el ringside no decaía un ápice. El minuto de descanso pasó lento para los intereses de Juanmi y rápido para los de su contendiente. Y de nuevo sonó la campana, justo cuando la joven que anunciaba el tercer asalto descendió del cuadrilátero.

(Continuará…)