—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Invitado especial (4)

(Lee la entrega anterior)

Un colaborador del programa le dio a Susana un folio escrito.
—Me pasan una selección de preguntas realizadas a través de twitter y del teléfono. La primera dice: «Trabajará usted por la vieja reivindicación ciudadana dq el Ayuntamiento construya varios campos de fútbol con césped artificial para disfrute de nuestros jóvenes?»
—No confundamos la práctica del deporte aficionado con el profesional. He sido bien claro en esa distinción y todo lo que pueda hacerse por el fútbol infantil, juvenil y no profesional será bienvenido.
—Otra pregunta: «¿Es usted del Madrid o del Barça?»
—¿En serio, me preguntan eso?

» —Dicen por aquí: «¿Cree que subiremos a Primera División?».
—Yo, a mi edad, ya no estoy para subir ni las escaleras…

—Pues sí, don Faustino. Sabrá que presidentes del gobierno, empresarios, periodistas, aficionados… todos se pregonan públicamente de un equipo o del otro…
—Valiente estupidez. Independientemente de que no tiene ningún mérito ser del Madrid o el Barça porque siempre ganan, ya que tienen más dinero que el resto, me niego en redondo a formar parte del gran sainete nacional, de si eres culé o merengue. Mi equipo es ninguno, doña Susana. Y estoy muy orgulloso de ello.
—¿Qué opina de nuestra estrella, el gran Piquito? –Susana intercaló esta pregunta, que estimaba de gran interés para los oyentes… y para ella.
—Ya sabe que fue alumno mío…
—Y yo también…
—Celebro que algunos de mis alumnos sean famosos y que se ganen bien la vida. Ustedes son jóvenes, tienen un importante presente y un mejor porvenir. No puedo evitar cierto orgullo personal al verles. Si me permite un consejo, quisiera que ustedes no olvidaran sus raíces y a la gente que les ayudó a triunfar.
—Le preguntaba por Piquito…
—Piquito es un chaval inteligente que está creciendo como persona cada día que pasa. Eso repercutirá positivamente en su faceta de jugador y en su entorno. Aunque es muy joven, el tiempo pasa muy deprisa y tarde o temprano tendrá que colgar las botas. Cuando eso ocurra deberá estar preparado porque aún le quedará toda una vida por delante. No me gustaría que la llenara sólo de recuerdos, de nostálgicos goles y de triunfos cosechados. Por eso no debe descuidar el instruirse y prepararse para el futuro, aprovechando el mucho tiempo libre que tiene en el presente. Piquito sabe que tiene en mí a un amigo para todo aquello que necesite.

Piquito –como miles de monpistoleños– estaba en casa escuchando la entrevista. Al oír aquellas palabras no pudo evitar una íntima satisfacción. Su madre Inmaculada, que estaba al lado, le sonrió…
—¿Has escuchado?
—Sí, madre, pero no es fácil.
—Habrá que intentarlo…
—Madre… voy a decir una tontería… pero ojalá hubiera sido el profe ese padre que nunca he tenido…

Al oír aquello a Inma le dio un vuelco el corazón. Se levantó a gran velocidad del sillón y se fue camino del servicio haciendo esfuerzos por no llorar.

Susana volvió a las preguntas de los oyentes haciendo una selección de entre las que contenía el folio que le habían pasado sus colaboradores.
—Esta cuestión me parece curiosa: «Don Faustino, ¿por qué los futbolistas hablan tan mal si se los compara con otros deportistas?».
—Eso pregúnteselo a ellos.
—Dicen por aquí: «¿Cree que subiremos a Primera División?».
—Yo, a mi edad, ya no estoy para subir ni las escaleras…
—»¿Quién cree que es el mejor jugador del mundo?».
—Conozco a uno que siempre que juega a la lotería le toca. No sé cómo lo hace.
—Don Faustino, el oyente se debe referir al mejor jugador de fútbol…
—Pues yo no…
—Mire esta opinión: «Don Faustino, es usted un hombre valiente. A su edad, es capaz de meterse en la política y no tiene empacho en reconocer públicamente lo que muchos pensamos del fútbol profesional: que es el opio del pueblo». ¿Qué le contestaría usted a este comunicante?
—Le diría que se me va a caer el pelo tras esta entrevista, el poco pelo que me queda, y que espero su aliento en el futuro.

Susana vio claro que a don Faustino le aburrían las preguntas del público de modo que decidió cortar de raíz con dicho bloque. Echó una ojeada al reloj del estudio. El tiempo se había echado encima y no quería dejar de preguntarle a don Faustino por los objetivos que se había marcado como concejal de cultura y deporte. El viejo profesor empezó a responder con calma, pensando aún más cada palabra que decía. No quería quedarse corto en sus intenciones pero tampoco ir más allá de lo prudente. Tras un largo rodeo acabó aterrizando en cuestiones concretas.
—(…) Me comprometí en la campaña electoral con la modernización de las infraestructuras de nuestros centros escolares en el área deportiva y esa va a ser una de las prioridades. Nuestros chavales harían más deporte en los colegios e institutos, fuera del horario lectivo, si estos dispusieran de mejores instalaciones. Intentaré que el gobierno regional colabore, como es su obligación, pero no me cruzaré de brazos si no lo hace. En estos momentos se está revisando y anclando el equipamiento de todos los patios escolares, especialmente las porterías y canastas, para evitar que vuelva a repetirse una desgracia como la de hace unos meses (1). Mi máxima prioridad será también para el deporte municipal y aficionado de acuerdo con las inquietudes y necesidades de los vecinos. Vamos a mejorar la gestión de los polideportivos, a racionalizar la oferta de actividades de acuerdo con el deseo mayoritario de los usuarios y, a pesar de la crisis, intentaremos resolver la cuestión aquí planteada por sus oyentes sobre los campos de fútbol pendientes de construcción.
—Don Faustino, usted sabe que las arcas municipales no están muy boyantes. ¿Podrá emprender con garantías las mejoras que pretende?
—En política hay que marcar las prioridades claramente y luego destinar el dinero que haya, poco o mucho, a ellas. Las políticas se reflejan en el presupuesto y su confección admite muchas variantes para poder lograr los fines propuestos. Mire: yo no dedicaría un sólo euro a publicidad institucional mientras algunos escolares pasen frío en sus aulas por falta de calefacción o porque las ventanas están estropeadas. Y quien dice publicidad dice coches oficiales, viajes, dietas y otras zarandajas…
—Pues esto es todo, don Faustino. Gracias por la entrevista y esperamos que no sea la última…
—Esperemos…

Cuando dio paso a la publicidad Susana notó cómo todo su cuerpo se relajaba profundamente. Estaba satisfecha porque todo había ido mejor de lo esperado. O, al menos, eso creía.
—Enhorabuena, Susana. Ha sido una magnífica entrevista.
—Me alegro, don Faustino. Mire la cantidad de papeles, de preguntas que tenía previstas y al final simplemente me he dejado llevar por lo que usted decía y los oyentes.
—Por eso lo digo, porque las mejores entrevistas son las que se improvisan. Por parte de quien pregunta y de quien responde.
—Entonces, ¿la ha llevado bien?
—He hecho lo que he podido…

¿Pensarían lo mismo la alcaldesa de Mospintoles, el presidente del Rayo u otra gente importante de la ciudad?

[Continuará…]


NOTAS:

  1.  — Don Faustino se refiere a la muerte de un niño en el Instituto Orejuela al volcársele encima una portería sin anclar al suelo.