—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Una denuncia y un hat-trick (4)

(Lee la entrega anterior)

Susana quedó pensativa y recordó aquella malograda entrevista que quiso hacer con Piquito al final de la temporada pasada. Ante el silencio de la joven López continuó su disertación:
—Cada persona tiene derecho a elegir qué hacer con su vida, pero también a tirarla por el retrete.
—Pero un niño no tiene capacidad para elegir qué es lo que más le conviene.
—Lamentablemente en el caso de los niños son los padres quienes deben hacer esa elección. Y a ellos les puede el deseo de una jubilación anticipada, la idea de un retiro dorado administrando las ganancias de su vástago. Pero ese no es nuestro problema, Susana. Las reglas del juego están claras y los padres son adultos y conscientes de ellas. Y debemos dejar que sean ellos quienes elijan por sus hijos.

» —Estoy convencido de que no perderá su puesto de trabajo… A menos…

—No es justo que un niño le dedique “toda su vida”, nunca mejor dicho, al Rayo, o al Real Madrid o al Barça, y luego, o por una lesión, o porque hay otros un poco mejores que él en su puesto, quede fuera del mercado profesional. Se verá con veintidós años sin un duro, lanzado al mundo laboral sin saber hacer nada y sin capacidad ni tiempo para ponerse a estudiar.
—Ese no es nuestro problema. Lo mismo ocurre si a un niño se le antoja ser cantante de rock. Aunque su padre le lleve a los mejores profesores de canto nadie le va a asegurar el éxito en el mercado discográfico.
—El caso es que parece que las palabras del entrenador se tomaron como promesas —cortó Susana que no deseaba dejarse convencer—, y ahora el padre, disgustado porque el niño no juega, pretende demandarnos cuando menos por fraude.
—Lo cual nos devuelve a nuestro asunto de hoy —resituó López, avispado.
—Si le llamé es para evitar el escándalo que parece que nos va salpicar. El padre está buscando quien le entreviste en algún medio de tirada nacional.
—No me extraña; no creo que ningún medio de Mospintoles le publique nada de esta tontería —rió López, que controlaba los medios locales—, incluido El Heraldo —añadió.
—¿También es usted dueño de El Heraldo? —preguntó Susana entre sorprendida y espantada.
—No, ¡qué más quisiera! —López se permitió una mueca con trazas de sonrisa—. Pero varias de nuestras empresas se anuncian ahí, de forma que yo diría que una parte importante de la publicidad de El Heraldo la pagamos nosotros. Y me consta que saben que otros muchos anunciantes les retirarían la publicidad si nosotros les retiramos la nuestra. Accionistas del Rayo, por ejemplo… Media ciudad…
—Parece que la denuncia ya está puesta. El padre entiende que se le ha prometido al niño reiteradas veces que alcanzará una determina calidad y como ahora ni siquiera va convocado entiende que hay fraude.
—¿Has hablado con Herminio Mediavilla? —López preguntaba por el padre de la criatura.
—El señor Mediavilla ha estado ya en El Heraldo, que es la fuente de donde proviene mi información.
—Herminio Mediavilla es empleado de banca. Si no me equivoco en el mismo banco al que va a volver Segis el alcalde cuando concluyan las elecciones municipales. Sabe que el juicio no lo tiene ganado, aunque sólo sea porque nuestros abogados son mejores –López hablaba con total aplomo en cuanto decía.
—He oído que cuando Segis se reincorpore el señor Mediavilla tendrá que marchar de la sucursal de Mospintoles porque lleva doce años como interino ocupando el puesto vacante de Segis.
—Estoy convencido de que no perderá su puesto de trabajo… A menos…
—Yo de eso no sé nada. Pero sí sé que se ha entrevistado con algún consejero del holding de empresas que usted preside.
—Si te digo la verdad… me parece que Mediavilla se ha cabreado y lo que busca es que su hijo deje el banquillo.
—¿Y no cree que algún juez pueda ver engaño a un menor con promesas incumplidas?
—Supongo que podría haber alguno… Engaño a un menor… Humm… Pero para eso tenemos buenos abogados. Si de verdad estás preocupada por el daño que nos pueda hacer la denuncia mañana lunes vemos a Basáñez y él te dirá que no es más que fuego de artificio.
—Lo que me preocupa es que estemos engañando de verdad a todos esos niños.

(Continuará…)