—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Una denuncia y un hat-trick (y 5)

(Lee la entrega anterior)

López empezó a ver que Susana tenía conciencia. Y que no le iba a ser fácil acabar con su disonancia. Juzgó que había llegado su momento y decidió jugársela:
—En ese caso, Susana, me temo que tendrás que poner tu cargo de directora de comunicaciones del Rayo a disposición del Consejo de Dirección que te ha nombrado.

López se había puesto especialmente serio y Susana sintió un vuelco en su estómago. De pronto, López, que siempre la había tratado con deferencia y cortesía, le estaba insinuando que iba a ser despedida. Precisamente ahora que empezaba a despegar en su carrera… Susana tenía conciencia, sí, pero recordó que cuando empezó en esto del periodismo deportivo se dijo que iba a tener resolución, y que estaría dispuesta a cualquier cosa para triunfar en un mundo que es hostil con mujeres como ella.

» Y Susana se preguntó quien coño se iba a presentar a visitar a López en un lugar tan alejado, donde no se movía una mosca sin que un guarda la preguntara hacia dónde volaba.

—Me lo tendría que pensar –la joven mostraba cierta picardía en su voz y en sus ojos.
—O eso o serás cesada de inmediato… –y López, que había captado el tono de voz de la chica, rebajó la dureza de la suya hasta exhibir un deje en el que iba sobreentendido la segunda intención de cuanto vendría a continuación– …en cuanto yo ponga en su conocimiento tu… rebeldía.
—Oh, lamento no haberme sabido explicar con claridad, señor López —el brillo en los ojos de Susana y la media risita con la que hablaba delataban que se hacía cómplice del doble sentido que adquiría la conversación—. Lo que he pretendido decir es que deberíamos hacer algo más por nuestros niños…
—Humm… —y López se acercó más a Susana para hablar en un tono de voz próximo al susurro—, ahora no lo sé… ¿Cómo podría fiarme de ti? Deberías darme una prueba de tu… lealtad a la causa.
—¿Qué tipo de prueba, señor López? —dijo Susana mientras se recostaba por primera vez en el cómodo y amplio sofá.
—Si me sigues llamando señor López me va a ser difícil invitarte a cenar…
—Pero si ni voy vestida para la ocasión, señor López —protestó melosa y quedamente Susana.
—¡Ha, ha, ha, ha! No me llames señor López, que eso me pone tenso, y no puedo cenar tensionado —López había puesto “ese” tono de voz.
—Pero si no sé su nombre…
—Llámame López, y hazlo de “tú”.

Aquello sorprendió a Susana. Ella esperaba un nombre y no un tú con apellido.
—¿Pero es que no tienes nombre de pila? —se atrevió a decir, lanzada como estaba.
—Es tan horrible que ya nadie lo recuerda. Si lo pronunciaras probablemente se vendría abajo el techo de la sala.
—¡Oh!, eso no — Susana bromeaba abiertamente— ¿Qué sería de mi reputación si nos encontraran aquí a los dos?
—Dirían que eres una dircom muy eficiente… eso siempre que aceptes cenar hoy conmigo.
—Pero ya te he dicho que no voy vestida para la ocasión…
—Cenaremos aquí… —dijo López haciendo un ademán con la mano mostrando el salón.
—Pero si yo no sé cocinar… En casa cocina mi madre… —replicó Susana decidiendo que no se iba a poner a cocinar para López… Estaba dispuesta a muchas cosas pero no a hacer de empleada del hogar.
—Podríamos llamarla… —ironizó López, que estaba a gusto con Susana.
—Cenaría con nosotros y tendría que irme con ella cuando acabáramos…
—Entonces mejor llamamos a un restaurante y ordeno que nos traigan la cena.
—¿Me vas a invitar a cenar pizza? —preguntó Susana, ya desinhibida, en un ataque de risa.
—No por cierto —rió a su vez López—. Hace años que no como una… Había pensado en mirar la carta por Internet y hacer que nos traigan la cena caliente, un servicio de catering para dos.
—Pues dejo mi cena a tu elección, y mientras tú miras a qué me vas a invitar yo he de ir al cuarto de baño.
—Mejor sube a cualquiera de los del piso de arriba, que el de aquí abajo es sólo para las visitas incómodas.

Y Susana se preguntó quien coño se iba a presentar a visitar a López en un lugar tan alejado, donde no se movía una mosca sin que un guarda la preguntara hacia dónde volaba.

Mientras la joven subía por la escalera de herradura López se conectaba a Internet y analizaba las ironías del destino. Los repentinos celos de Teresa habían propiciado la actual situación, y si bien en el encuentro no había nada decidido aún, cabía la posibilidad de que acabara con victoria del equipo que jugaba en casa; y posiblemente, si todo se daba bien, metiendo dos tantos, como el Rayo había hecho el día anterior. Porque con el equipo que tenía, un hat-trick ya sería demasiado; aunque jugando como local…