—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Don Rosendo (1)

[En 5 entregas diarias]

Don Faustino estaba tomándose un café en la sala de profesores. En ese momento no había nadie más, hecho que estaba disfrutando porque cuando quería descansar unos minutos deseaba no tener a ningún colega al lado.
—Trabajamos en el mismo sitio y apenas nos vemos…

Don Faustino giró la cabeza en dirección a la puerta. Allí estaba el cura.
—Yo trabajo aquí, usted sólo está de paso…
—Feliz año, profesor…
—Igual digo, don Rosendo.

» El otro día estuve viendo las estadísticas del alumnado de religión y desde hace cuatro cursos las tutorías de don Faustino han sido las que menos alumnado católico han aportado a mi aula. Curioso, ¿verdad?

El sacerdote sólo acudía al Instituto los lunes para dar clase a aquellos alumnos que habían optado por la enseñanza católica. Años atrás impartía más días pero cada nuevo curso el número de alumnos que optaban por su asignatura descendía por lo que al final su jornada se había reducido a un sólo día, si bien era muy intenso.
—Le escuché no hace mucho en Radio Pelota. Me gustaron bastantes cosas de las que dijo.
—Me alegro. ¿Quiere un café? Le invito.
—Sea…

Don Faustino sacó unas monedas y las introdujo en la máquina expendedora. El cura volvió a la carga.
—Lo que no entiendo es por qué no se dedica usted a la concejalía a tiempo completo. La ciudad se lo agradecería enormemente.
—Me temo que hubo una parte de la entrevista que no oyó.
—Entonces lo siento, perdóneme.
—No hay de qué. Yo le diría también lo mismo: quizás sería mejor para Mospintoles que usted se concentrase sólo en su tarea sacerdotal en vez de dedicarse también a otros asuntos.
—Bah, pero si lo demás es un divertimento. Mi trabajo en el Rayo es una deferencia hacia el señor López, un buen presidente y un buen cristiano.
—Lo primero no lo sé pero lo segundo me cuesta trabajo creerlo.
—Viniendo esa opinión de un agnóstico no sé yo si se puede considerar muy autorizada…
—Quizás tenga razón. Su implicación en la peña El Mesías también es otro divertimento, claro.
—Soy un amigo y un buen cliente de Matute. No podía negarme a su deseo pero mi compromiso es puramente testimonial.
—Y el dar las clases en el Instituto también…, además de ser el párroco de la Iglesia del Buen Pastor, secretario del obispo y no sé cuantas cosas más. No sé cómo puede llevar tantos asuntos a la vez. Le admiro…
—Con la ayuda de Dios, amigo…
—Por supuesto… no había caído yo en ese detalle.
—Pues yo he caído en uno muy interesante. El otro día estuve viendo las estadísticas del alumnado de religión y desde hace cuatro cursos las tutorías de don Faustino han sido las que menos alumnado católico han aportado a mi aula. Curioso, ¿verdad?
—No conocía ese dato…
—Eso sólo indica una cosa…
—Que les como el coco a mis chavales para que elijan la opción de “Enseñanza complementaria” en vez de la religión que usted ofrece.
—En ningún momento he creído eso, don Faustino. Es usted un profesor honesto e íntegro. Al contrario, eso demuestra que sus alumnos le quieren mucho y que, pese a las presiones de sus católicos padres, prefieren estar con usted en vez de conmigo.
—¿Cree usted que esa es la razón?
—¿Qué hace con ellos en la clase alternativa y que tanto les engancha? ¿Les enseña a jugar al parchís, al ajedrez…?
—Eso es muy aburrido. Les leo pasajes de la Biblia. Les encanta.
—¡No me diga! ¡Pero si eso es lo que yo hago en mis clases!
—Si ambos hacemos lo mismo eso significa que tiene usted un problema.

En esos momentos sonó el timbre. Don Rosendo se tomó de un trago el poco café que le quedaba y dio una palmada en la espalda de don Faustino.
—Tengo que ir a clase, profesor. ¿Habrá algún día en que usted y yo podamos hablar tranquilamente sobre lo divino y lo humano? Lo deseo fervientemente…
—Lo divino no me interesa, don Rosendo, y en lo humano me temo que tendríamos pocos puntos en común.
—Nos une más de lo que imagina, don Faustino… Más de lo que imagina…

[Continuará…]

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