—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

El dichoso fútbol: monólogo (1)

[En 5 entregas diarias]

El más famoso y concurrido local nocturno de Mospintoles es la discoteca Fashion. El garito es propiedad de un conocido empresario de la localidad, propietario también de otros lugares de asueto y desmelene como un cine donde sólo se proyectan películas calentorras, un sex shop y un puticlub. Todo fina cultura para el pueblo, de la que está tan necesitado. Ni qué decir que en estos tiempos de crisis la clientela se ha resentido un poco pero no lo suficiente para que dichos antros se vayan a hacer puñetas. En cambio, en Mospintoles han echado el cierre numerosos establecimientos mucho más selectos que los anteriores: librerías, panaderías, tiendas de alimentación, peluquerías y hasta algunos bares. Conclusión: el negocio de la entrepierna y del cachondeo nunca está en crisis, para bien o para mal.

» Un partido de peloteros no dura noventa minutos, dura la semana previa y la posterior, con millones de panolis discutiendo si aquello fue o no penalti, si la expulsión fue o no merecida.

En la discoteca Fashion, desde hace varias semanas, los jueves por la noche tienen lugar dos monólogos para entretener al personal entre bailoteo y bailoteo. Al parecer hay montado un circuito de monologuistas, gente habitualmente joven y con cierto ingenio, que pasean sus charlas por diversos garitos de la provincia y, por cierto, con bastante éxito.

Hace un par de semanas pasó por allí el conocido cantamañanas, y sin embargo, artista, Juanillo Trolas. Un amigo nuestro, fiel a los cubatas de la discoteca y a los bailoteos de moda, estuvo presente en aquel monólogo. Lo grabó de incognito y he aquí una transcripción más o menos fiel de cómo fue.

EL DICHOSO FÚTBOL

«Todavía está por explicar científicamente el enorme exitazo del fútbol, el deporte “rey”. Yo lo voy a hacer, en rigurosa exclusiva, antes de que se me fundan las últimas cuatro neuronas que aún tengo vivitas y coleando.

¿Por qué es tan popular el fútbol? Pues por lo mismo que lo es Belén Esteban: porque a todas horas sale en la televisión y otros medios de comunicación enseñando sus vergüenzas. La chica, y otros especímenes como ella, es más simple que el mecanismo de un chupete, pero eso es un mérito hoy día a la hora de mostrar el careto en la caja tonta del grito, el encefalograma plano y la mangancia intelectual. Igual le ocurre al deporte rey, y de ahí que muera de éxito gracias a tres ingredientes imprescindibles: su simplicidad para lelos, el grito pelado y la comedura de coco hasta la náusea. ¿Ustedes han visto que escritores, sabios, médicos, investigadores y otras gentes que tienen muchas cosas que decir, salgan en las telemierdas tanto como la Esteban, Mourinho o Guardiola? Pues eso, blanco y en botella. Deje usted de hablar de fútbol y de mostrarlo día y noche en la radio y la televisión y verá cómo el famoso deporte rey pasará a tener menos éxito que un boxeador tísico.

Pero además de la publicidad y la propaganda a todas horas, necesarias para que el personal de a pie se crea a pie juntillas que el fútbol es un asunto tan importante y vital como el agua fresca, hay otro ingrediente fundamental y necesario para mantener el exitazo. Como la Esteban, el fútbol vive gracias a su esencia más característica y prefabricada: la polémica. Si no hay polémica y jaleo del bueno, no hay tu tía. Sin el follón diario, el futbolín sería considerado como un aburrido juego que sólo practican los deportistas más analfabetos. Por eso se encargan sus protagonistas, y los medios de comunicación, de estar sembrando gresca durante toda la semana, consiguiendo que el personal hable de gente tan insustancial como Messi, Ronaldo o Piquito y de cosas tan triviales como si hubo mano antes del gol o si el árbitro ese día no veía tres en un burro.

Ya saben: donde hay polémica, como donde hay pelo, ¡hay alegría!, y la polémica (real o inventada) que siempre suscita el mundo de la pelotita ya se encargan de difundirla por el planeta y la vía láctea esos medios de incomunicación que nos ha tocado padecer y que sacan una buena tajada del negocio futbolero, como no podía ser de otra manera. Tú me ayudas, yo te ayudo y todos cobramos mientras haya una patulea de feligreses que están dispuestos a pagar pasta gansa a mansalva por disfrutar de un buen partido de fútbol de su equipo, aunque eso suceda una vez cada diez años.

Todo eso se traduce en que un partido de peloteros no dura noventa minutos, dura la semana previa y la posterior, con millones de panolis discutiendo si aquello fue o no penalti, si la expulsión fue o no merecida mientras que, un suponer, no conocen –ni les preocupa- el nombre de quienes todos los días les están robando la cartera y el cerebro, llámense políticos, economistas, publicistas, banqueros o empresarios. ¿Y cómo se llega a crear esa polémica tan continua? ¡Tachan, tachan! Con el desparrame de los protagonistas y sus relatores, pero además, porque el fútbolín tiene unas normas de juego de la señorita Pepis, o sea, un reglamento de la época de las cavernas.

[Continuará…]