—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Carne de gimnasio (2)

(Lee la entrega anterior)

En la zona de máquinas me lo paso mejor porque ahí se da cita gente más del montón, quiero decir, la que va a quitarse un poco de barriga, a endurecer el tríceps que le cuelga ya por la edad y el poco uso o, simplemente, a cuidarse un poquito porque todavía está en edad de merecer. Ahí está Pepita la Sufridora. Si le miráis la cara comprenderéis mi apodo. Y ese es Juanillo el Cariñoso. Ese no sufre haciendo ejercicio, ese sólo viene a gozar. Mirad cómo se le van los ojillos tras el escote de esa chica guapetona que está haciendo remo. Y ahora cómo los gira hacia Maricuchi, cuyos glúteos parecen una plaza de toros. Es el tío que más horas se pasa en el gimnasio y al que menos se le nota. Lleva ya un año por estos lares y todavía está levantando 5 kilos en las máquinas de musculación. Su cara –carota, más bien– es la antítesis de Pepita. Cualquier día alguna chicarrona de armas tomar que se dé cuenta del percal le va a arrear un sopapo en toda la testuz que lo va a mandar directamente al hospital.

Otra zona muy concurrida es la de las máquinas locomotoras: elípticas, trotadoras, bicicletas… Allí veréis a menudo al Cariñoso, andando a un kilómetro por hora, mientras se le salen los ojos detrás del bamboleo del tren superior e inferior de las mozuelas de buen ver que acuden para mantenerse en forma y afinar su silueta. Pero a mí quienes me enternecen más son esos abueletes y abueletas (¿se dice así?) que ya calzan sus años y que, agarrados a los brazos de las trotadoras, caminan pausadamente, casi sin fuerza. ¡Como que parece que en cualquier momento se vayan a caer o exhalar allí mismo su último suspiro! Pero son duros, oiga. Gente curtida, a la que oyes contar cosas de su niñez y hasta de su adultez que te ponen los pelos de punta. Esos dos que veis andar cansinamente sobre la cinta son matrimonio. Para mí que entre ambos superan el siglo y medio. Él se llama Romualdo y ella Candelaria. Todos los días son los primeros en abrir el complejo. Allá sobre la una de la tarde regresan a casa con la misión cumplida: que no se les caiga un hueso del esqueleto, haberse contado sus cuitas con otros como ellos, hacer un descanso en la faena tomándose un frugal desayuno mientras hojean el periódico… Tienen una fuerza de voluntad que parecen de otro planeta.

» Juanillo el Cariñoso. Ese no sufre haciendo ejercicio, ese sólo viene a gozar. Mirad cómo se le van los ojillos tras el escote de esa chica guapetona que está haciendo remo. Y ahora cómo los gira hacia Maricuchi, cuyos glúteos parecen una plaza de toros.

Aquí veis una de las típicas salas de fitness de estos complejos deportivos. En ellas se realizan todo tipo de actividades gimnásticas de alto voltaje. Al fondo podéis contemplar un montón de bicicletas donde, acompañada de una música infernal, la gente joven suda la camiseta pedaleando hasta la extenuación. Cuando acaban el suelo queda repleto de charquitos, como de lluvia, y es que hay gente que suda lo que no está escrito en los sobacos. La cosa creo que se llama Ciclo Indoor. Y es que ya habréis observado que en este área del fitness abundan los nombres muy “fisnos”: GAP, Step, Power Pum, Aerobic… Tras una sesión intensa de alguna de estas cosillas te quedas como si te hubieran pasado por encima un tráiler, un autobús y un tractor, ¡juntos, uno detrás de otro!, pero enseguida te recuperas y vuelves a ser el de antes. La gente se lo pasa muy bien, oyes, porque la juventud actual posee mucha adrenalina que tiene que echar para afuera como sea, y si es posible con mucho ruido, mucho grito y mucho sudor, mejor que mejor. Ahí veis a una veintena de mozos y mozas (bueno, alguno hay bastante talludito y rozando la prejubilación) practicando el Cardio Box, algo parecido al Baile de San Vito pero en versión moderna. La monitora se llama Diana y lo mismo que la veis dirigiendo esta frenética actividad, a continuación la veréis dando órdenes a una docena de mujeres tripudas que esperan un vástago dentro de unos meses o gritando muerta de risa, ¡moved el culo, gandulonas!, a una troupe de amas de casa que vienen aquí a pasar un rato entretenido y hablar de sus cosas entre salto y trote.

(Continuará…)