—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

La verdad os hará libres (y 4)

(Lee la entrega anterior)

—Ni una palabra de lo que te he contado. Es un off the record. ¿Sabes lo que es eso?
—Lo sé aunque no tengo ni puta idea de inglés…

Piquito llega a la altura de Manolo y Susana y al verles, pregunta sorprendido:
—¿Qué haces aquí, Susana?
—Pues nada, que estaba ansiosa por saber si ha habido fumata blanca…
—Yo ya no fumo…
—Chaval —tercia Manolo—, la ilustrada ésta te ha preguntado que si ha habido acuerdo…

» ¡Jooooder! ¿Quién coño dice la verdad al bueno de Manolo?

—Totalmente. Por cierto, ¿cuánto le debo?
—Paga la casa, hombre. Perdóname la indiscreción. ¿A quién tengo el honor de invitar?
Pueh… –nuevamente sorprendido, se lo piensa unos breves segundos– a un antiguo alumno del insti Fernando Orejuela.
—¿Nos vamos? Quiero proponerte algo que te gustará… –la chica coge de la mano a Piquito–. ¡Hasta luego, Manolo!
—Eh, Susana, ¿y tus Cocacolas? ¿Quién coño las paga?
—Pásale la cuenta al equipo directivo del Instituto de parte de este antiguo alumno. Nos vamos. ¡Arrivederci, bambino! –guiñándole un ojo.

Manolo empieza a recoger los vasos del mostrador.
—Y parecía una mosquita muerta cuando la compramos… Y el pelotero éste parece ahora que nunca ha roto un plato… Ay, Faustino, —viéndole llegar desde el reservado— que el mundo se ha vuelto del revés…

—A ver, qué te duele, Manolo… Cuando te veo con esas arrugas en la frente, el ceño fruncido y el trapo en una mano dando lustre a una copa… hay algo que te tiene mosqueado.
—No sé, chico. Todo lo que está pasando esta tarde en el bar me parece que tiene trampa. No me cuadra… Un viejo profesor con un mal alumno, una ambiciosa periodista con un futbolista prometedor, el dueño del bar que paga todas las consumiciones…
—A ti lo que te tiene los higadillos hechos polvo es no saber qué demonios hemos hablado el Piquito y el Faustino allí, en aquella madriguera. Tengo mucha prisa, Manolo. Sólo te diré que el chaval me ha estado recomendando a su madre para una oposición de conserjes que pronto va a convocar el Ayuntamiento. Cree el pobre que yo todavía pinto algo en el Consistorio y en el Instituto…
—No te puedes negar ante el nuevo dios de la ciudad… Que tú seas agnóstico no te da derecho…
—Menos cachondeo, Manu. La historia de su madre es algo bastante más serio de lo que imaginas.
—Perdona, Fausti. Una cosa es su santa madre y otra el amigo Piquito. Alguna esperanza le habrás dado al chico…
—A eso voy precisamente, Manu. A eso voy…

El bueno de Manolo vio alejarse a don Faustino con una celeridad manifiesta. Lo que no pudo ver fue la cara del viejo profesor. Iba partiéndose de risa…
—¡Jooodeeer! —volviendo a coger el trapo para secar una copa—. ¿Quién coño dice la verdad al bueno de Manolo? ¡Y encima a todos les ha salido gratis la consumición! ¿¡Seré gilipolllas!?