—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Susana se lleva una regañina (y 2)

(Lee la entrega anterior)

El viejo dinosaurio se había dado cuenta a tiempo de que seguir hostigando a la novata sólo conseguiría que ésta se cerrara con hermetismo, y había cambiado su táctica sobre la marcha. Era vox populi entre estos abuelos de las ondas que Susana Crespo se volvía locuaz cuando la trataban de forma paternal, como protegiéndola. Era un punto débil que ellos sabían explotar muy bien.
—Sólo quiero contrastar el éxito de Piquito como futbolista y su más que seguro fracaso escolar.
—¿Quéeee? ¡No se te ocurrirá! Vamos, muchacha, ¿te has vuelto loca o qué te pasa?

» ‘A quien vas hacer reflexionar es a López. ¿Acaso no sabes que es dueño de la mitad de la emisora?’.

El coro de voces de pronto tomó corporeidad y Susana fue rodeada. De la pequeña comitiva dos de ellos trataron de leer en la pantalla del ordenador. Susana estaba molesta consigo misma. Se le avecinaba una bronca y no la iban a dejar explicarse.
—Mira chiquilla, si lo que quieres es que te echen allá tú. Pero conmigo no juegues. Yo quiero seguir con mi vida tranquila. Hago lo que me piden y no opino. Si quieres opinar tendrías que tener tu propio programa, pero no eres más que una gacetillera. Deja al chaval en paz. Todos sabemos que con un bolígrafo en la mano es un inútil. ¡No te jode! No ha estudiado Periodismo. Pero con un balón en los pies tiene un futuro más que prometedor. El chaval va para figura. Y por mucho que escribas sobre su cociente intelectual no lo vas a impedir, ¿por qué entonces echar un borrón sobre su personalidad?
—Pues si lo que pueda decir sobre su cerebro de mosquito no va a retrasar su futuro, no sé por qué entonces os ponéis así. Haga lo que haga el chaval seguirá su camino triunfal. Pero con mi crítica tal vez alguien se dé cuenta de lo importante que son los estudios para los chiquillos. Más que el balompié.
—No lo entiendes. Cinco o seis años de Facultad y no os enseñan más que a preocuparos por ‘LA’ verdad. Nadie quiere oír ‘LA’ verdad. La gente mañana querrá oír que Piquito es el mejor, en el fútbol y en una tribuna de oradores. Tal vez nunca dé una conferencia, pero no lo necesita para hacer feliz a un montón de gente que sólo buscan divertirse un rato.
—¿Divertirse? –elevó la voz Susana–. La mayoría son tan cafres o más que el propio Piquito. No van a ver un espectáculo, van a ver sangre. Sólo quieren ganar sí o sí. No tienen cultura y ni saben lo que es. Yo sólo pretendo que alguien, en algún lugar, reflexione sobre este contraste.
—A quien vas a hacer reflexionar es a López. ¿Acaso no sabes que es dueño de la mitad de la emisora? No le toques los cojones a López o nos pondrá a todos de patitas en la calle. Ahora Piquito es ‘su’ Piquito. Y mañana López quiere que no se hable de otra cosa en todo Madrid. No quiere ni una coma mal puesta en un momento de felicidad. Y no va a ser la propia media emisora de López la que le ponga un pero a la fiesta. Además, los patrocinadores pagan para que demos noticias que los oyentes quieren oír. Ni vas a hacer pública esa reflexión ni yo te voy a dejar escribirla. ¿Dónde está el cable del puto ordenador? –chilló el dinosaurio ya fuera de sí mientras miraba cuál de los cables tenía que desconectar para apagar la CPU de Susana.
—Vale, vale, que me vas a joder el disco. Ya lo borro. Déjame en paz. Me voy. Ahí os quedáis, panda de botarates medio bebidos.
—Bebidos enteros –terció uno del coro a fin de quitar hierro al asunto.

Se cruzaron miradas entre unos y otros. Era una típica bronca entre colegas. Pero algo había en el aire que nadie sonrió tras la cómica aserción, aunque sí se apaciguaron los ánimos.

Susana abrió el correo y se autoenvió los apuntes que había tomado. No sabía qué iba a hacer con aquel esbozo de opinión, pero desde luego no lo iba a borrar a las primeras de cambio.

Salió de la redacción y cuidó de sujetar la puerta para que el muelle que la cerraba no golpeara. Cuanto la tuvo controlada aceleró la hoja de la puerta para dar un portazo y ésta se cerró con un estruendo que sobresaltó al grupo que allí quedaba.
—¡Me cago en la puta! –se oyó dentro.