—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Un regalo de navidad (y 4)

(Lee la entrega anterior)

—No sería lo mismo don Faustino. Hay veces en que se necesita ser ejecutivo, y si usted no es concejal no podrá tomar decisiones ni votar en los órganos colegiados. ¿De qué me servirá entonces su conocimiento si no va a estar presente en las reuniones importantes?
—¿Y qué concejalías se supone que tienes pensado que yo llevara, en el remoto caso de que acabara aceptando?
—Me lo tendría que decir usted…
—No… Ya me pasó una vez… Antes de las elecciones todo son concesiones por parte del candidato para conseguir sus propósitos. Después, cuando se reparte la tarta, esos poderes fácticos dentro del partido que tú misma acabas de reconocer que te han impuesto algunos nombres, harán que las promesas se las lleve el viento.

» —Que tenías razón, Manolo. Los Matute me quisieron tender una encerrona para hablar de lo que a ellos les convenía.

—Tiene usted razón, y para ser sincera le diré que no había pensado en ninguna materia en concreto. Supongo que Cultura, Educación…
—¡Ah no! Educación ni de coña –se soltó don Faustino–. No puedo ser juez y parte. Recuerda que sigo siendo profesor del IES.
—Yendo de número tres estaría usted liberado a jornada completa, don Faustino.

El profesor se puso serio:
—María… Llevamos un rato hablando de la remota posibilidad de que yo acepte. Pero no tengo pensado hacerlo. Con una vez ya tuve bastante.
—Don Faustino, no me diga ahora que no le quedaron cosas por hacer en el ayuntamiento —la voz de María había adquirido un tono dulce.
—Nunca iría de número tres, María. Y todo esto es un despropósito. Una vez prometí que nunca volvería a figurar en una lista municipal.
—Pero si aceptara, ¿en qué lugar de la lista le gustaría ir?

* * * * * * * * * * *

Manolo estaba secando unos vasos, jugueteando con su eterno palillo en la boca, cuando entró don Faustino aquella tarde gris del primer lunes después del día de navidad. El profesor venía “cabizbundo y meditabajo”, como gustaba de trastocar el hostelero.
—¿Y qué te pasa ahora Faustino? Lo tuyo con las navidades ya no tiene arreglo, compañero.
—Que tenías razón, Manolo. Los Matute me quisieron tender una encerrona para hablar de lo que a ellos les convenía.
—Te lo dije Faustino. Pero tú nunca ves el envés de las cosas. Y siempre lo hay.
—Déjate de admoniciones y ponme lo de siempre.
—Marchando un té con anís… ¿Y que querían los Matute, si puede saberse ahora que el bar está vacío?

Don Faustino chascó la lengua y por extraño que parezca se quedó de pie en la barra, sin ir hacia su mesa favorita.
—¿Me lo vas a decir o tengo que sacártelo, Faustino?
—Pues… ¡Joder, Manolo!, que me he dejado convencer para ir en las listas municipales acompañando a María.
—¡Yuuupii…! —exclamó Manolo dejando caer el palillo de la boca—. Volvemos a la política municipal.
—¿Volvemos, Manolo?
—Bueno, Faustino, tú me entiendes aunque yo no me explique…
—Pues no sé si agradecerte tu efusividad o recelar de ella.
—Pues… ni una cosa ni otra sino todo lo contrario. Joder, Faustino, enhorabuena.
—¿Enhorabuena de qué? Si todavía no sabemos si ganaremos las elecciones.
—Eso está hecho. No se pierden las siguientes elecciones teniendo una mayoría absoluta, y María es una bocanada de aire fresco que el votante acogerá a buen seguro otorgándole su confianza.

Don Faustino sonrió malévolamente:
—Pero si ni siquiera sabes en qué lugar de la lista voy.
—Bueno, hombre. A mí con esas. No vas a ir de último porque entonces no habrías entrado tan cabizbundo y meditabajo. Yo diría que te ha propuesto ir del nueve para arriba.
—Pues aciertas. La propuesta ha sido ir de tres.
—¡Anda leche! Si te lo acabo de decir. Joder, Faustino, serás segundo teniente de alcalde…
—Pero no he aceptado ir de tres, Manolo.
—Joder, Faustino; tú siempre tan retorcido. ¿Y de qué número vas, si puede saberse ahora que no hay nadie en el bar?
—Pues… al final le dije a María que aceptaba si iba cerrando la lista de los concejalables. Y aún así se lo he puesto difícil. La mayoría absoluta está en trece concejales, y yo voy de quince.
—Faustino… No vas a poder eludir tu cita con el destino. Apostaría a que si fueras el último de la lista saldríais elegidos los veinticinco.