—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles
Éstas son las entregas publicadas el
viernes, 14 de enero de 2011

(Lee la entrega anterior)

“”Simpático aquel tipo. Picaflor se tragó durante un trimestre toda la metralla que el matasanos le había recetado. Pero la rodilla seguía dando la lata y ahora, encima, el estómago estaba hecho polvo con tanto potingue y tanta mierda como se había tomado. Eso sí, iba a todos sitios la mar de relajadito. Hasta en su trabajo les llamó la atención su estado casi “cataléptico”. Cuando regresó a la consulta había un nuevo médico, quien quiso recetarle lo mismo con el pretexto de que algunas personas son duras de pelar y necesitan tratamientos más largos. Ante las quejas de Picaflor, le hizo unas rebajas y quedó la cosa en solo medio arsenal medicamentoso. Al cabo de otro trimestre, nuestro amigo seguía como siempre —jodido— y regresó de nuevo.

» Don Picaflor, que era y es un tipo sensato, un ciudadano ejemplar y un tonto del culo, calló y se fue resignado de la consulta. Nunca había necesitado nada de la Seguridad Social, pese a que llevaba cotizando la tira de años, y ahora que precisaba de sus cuidados le salían con estrecheces.

“”Había otro doctor (cosas de las rotaciones de interinos y subcontratados), que tras oír los lloros y súplicas de Picaflor, lo remitió al traumatólogo, el especialista en huesos y osamentas. Tres meses tardaron en darle cita. El tío, cuando le vio, le pidió una nueva radiografía.
La voy a tener repe —le dijo Picaflor, haciéndose el gracioso.
No voy a ver en ella casi nada, pero es la única prueba médica que mis superiores no consideran muy lesiva para el erario público.

“”El galeno confirmó el diagnóstico, aunque sin mojarse completamente, y recetó nuevos potingues. Picaflor picó el anzuelo. ¡Un especialista es… un especialista! Pero a los tres meses, fue a verle de nuevo. «Usted no asimila la medicación», le dijo el experto en huesos y osamentas, así que ahora la cosa sólo tenía dos remedios: o aguantarse y dejar cualquier práctica deportiva que forzase la rodilla u operarse en plan sorteo de lotería de la Navidad por si había suertecilla. Jacinto le pidió que le mandase pruebas más determinantes: una resonancia, por el amor de dios… “Se mandan con cuentagotas: son caras, sirven para según qué casos y no hay un duro para malgastarlo en casos como el suyo”. ¿Y unas sesiones de fisioterapia? “¿Qué dice, hombre? Eso cuesta carísimo al erario público y no están los tiempos para dispendios tan gratuitos. Esos tratamientos quedan para los grandes deportistas o para los particulares que se los pueden permitir vía privada. Más o menos como ocurre con las ortodoncias, los empastes y esas orfebrerías bucales…”

“”Don Picaflor, que era y es un tipo sensato, un ciudadano ejemplar y un tonto del culo, calló y se fue resignado de la consulta. Nunca había necesitado nada de la Seguridad Social, pese a que llevaba cotizando la tira de años, y ahora que precisaba de sus cuidados le salían con estrecheces. Aquella Inseguridad Social (de la que tanto se vanagloriaban los políticos y los que se creen todas las trolas de éstos) era incapaz de mandarle una vulgar resonancia magnética, con la que se podría ver y diagnosticar mejor la maldita rodilla, mientras Picaflor observaba cómo lesiones gravísimas que se producían todos los días en los campos de juego, de fútbol y de otros deportes, eran tratadas en cuestión de horas, recibiendo los jugadores tratamientos milagrosos que en poco tiempo les devolvían a la normalidad. Claro que, pensaba el bueno de Jacinto, esos jugadores son famosos, cumplen una función social importantísima (que la gente se entretenga y no piense en cosas más peligrosas) mientras que yo soy un simple pelagatos, un don nadie, un tonto del haba, un “desgraciao”.

“”Desde que le pasó lo que le pasó, Picaflor se ha pasado a los deportes de mesa, incluido el parchís, ha engordado diez kilos (ahora está en su peso) y dice que de ahora en adelante va a hacer deporte el puñetero padre del traumatólogo de la Seguridad Social y el orate del Consejero de Sanidad correspondiente.

“” MORALEJAS: Los desgraciados no tienen derecho a una resonancia magnética. La Seguridad Social te ampare, imbécil. Puaf, todos los españolitos somos iguales ante la ley. Jugando al parchís con la pata quebrada y en casa. El que no se consuela es porque no quiere. Quien fuera Ronaldo, o Messi, o Piquito… Picaflor, eres un paria…“”

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Don Faustino repasó el texto y suspiró aliviado. “Señor, señor, la de horas que me lleva a veces escribir unas cosas y mira tú por donde hoy me ha salido todo de un tirón…”. En un periquete lo subió a la bitácora y, acto seguido, apagó el ordenador. Fue a levantarse pero la dichosa rodilla le crujió con un sonido que le alarmó. Por fin pudo enderezar el remo y tras dar varias vueltas al pasillo comprobó que volvía más o menos a un estado de normalidad.

«…Voy a pedir cita nuevamente y les voy a exigir una resonancia magnética como que me llamo Jacinto Picaflor…», dijo para sí don Faustino, sosteniendo entre sus labios una sonrisa medio helada.