—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles
Éstas son las entregas publicadas el
lunes, 27 de febrero de 2012

(Lee la entrega anterior)

Es un axioma: si no hay polémica no hay fútbol. Cuando un jugador se revuelca en el campo de modo tan grosero que parece que le hubieran dado quince puñaladas, sería de lo más elemental echar un visionado a las imágenes de la televisión. O, simplemente, que el árbitro llame a un médico imparcial para que mire la pierna o el cuerpo al teatrero a ver si hay para tanto grito y desgarro. Pero qué va, se tiene parado el partido durante un chorro de minutos, los jugadores se enfrentan entre sí al grito mutuo de sois unos asesinos y todos se lanzan como fieras tras el arbitrucho para convencerlo de que los otros deben ser expulsados por guarros y psicópatas. Pasados esos minutos de tonteo consentido, el teatrero que se revolcaba por el suelo como si lo hubieran matado, se levanta tan tranquilo y aquí paz y después gloria. Cien mil personas en el estadio y millones en los salones de su casa han contemplado una actuación tan estelar y convincente que a su lado el mejor actor de cine o teatro es un vulgar cómico de feria. El único que no se enteró de la bendita actuación melodramática fue el trencilla pero es que, el pobre, no puede estar en todas por mucho ridículo microfonito que lleve pegado a la oreja.

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