—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

El chico de Santander (3)

(Lee la entrega anterior)

López hizo una pausa y fingió poner en orden unos papeles que tenía delante de sí. Lo cierto es que Basáñez se los había remitido por fax a su domicilio particular la noche del domingo y había tenido tiempo de diseñar un plan.
—Tienen todos ustedes el dossier que nuestro hombre en Santander nos ha enviado sobre las costumbres del señor Revuelta. Han tenido ustedes media hora para leer el informe antes de llegar a esta sala. ¿Alguna idea?

» —Necesitamos una señorita que sea del gusto del señor Revuelta.

Un sordo rumor confirmó a López la respuesta negativa del resto del equipo de dirección.
—Saben ustedes que la ética es nuestro lema, siempre y cuando no nos impida llegar a nuestros fines. Debemos pues ser prudentes al tratar este tema. No tenemos mucho tiempo para cerrar ese fichaje, no fuera a ser que alguien se nos adelantara. Señores, sólo se me ocurre emplear una táctica similar a la que ya empleáramos hace cosa de un año con motivo de la compra de aquella pequeña empresa que nos interesaba adquirir sólo por motivos de posicionamiento.

Un nuevo rumor corrió por la estancia. Claramente era un rumor jocoso. Alguno de los reunidos llegó a ahogar una carcajada.
—Veo que recuerdan nuestras correrías –dijo López sonriente–. A la vista del informe sobre el señor Revuelta se me ocurre beneficiar a nuestro renuente padre con la esperanza de que obtendrá algún placer viajando a Madrid ocasionalmente para estar cerca de su único hijo. Todo parece indicar que el señor Revuelta tampoco hace remilgos cuando puede saltarse la ética matrimonial.

Esta vez se escuchó una sorda risa general. Estas cosas un tanto truculentas eran del agrado de aquellos pequeños magnates.
—Creo sentir que cuento con la aprobación de todos ustedes. Así es que, con su permiso… Señor Basáñez, tome nota por favor.

En este momento López pareció ensimismarse, sus facciones adquirieron un gesto serio, casi adusto, juntó las yemas de los dedos de ambas manos delante de su barbilla de tal manera que cualquiera que lo hubiera observado en ese momento hubiera creído que estaba elevando una plegaria, y comenzó a dictar.
—Necesitamos una señorita que sea del gusto del señor Revuelta. Haga que la dama se aloje en ese lujoso hotel que hay en Santander en primera línea de playa.

Aquí López pareció pensárselo unos instantes.
—Consiga averiguar la hora y la parada en la que habitualmente estaciona su taxi el señor Revuelta para que sus servicios sean solicitados por nuestra chica. La joven debe conseguir que el viaje dure el tiempo suficiente como para entablar amena conversación. Quizá deba salir de la ciudad… Que la lleve a Torrelavega a realizar unas gestiones, que el taxi la espere y la devuelva al hotel.

(Continuará…)