—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

El chico de Santander (2)

(Lee la entrega anterior)

López hizo una pequeña pausa, y tras pasear su mirada por las caras de los asistentes bajó la vista como queriendo pasar a otra cosa.
—Comprenderán ustedes que la única forma válida de atajar un rumor es diciendo la verdad, o al menos la parte de verdad que conviene dar a conocer. Y no hice más que eso. Dije que el Rayo estaba buscando algún refuerzo para un puesto específico y que se estaba buscando acomodo para una parte de la plantilla, dado que el salto de calidad entre la segunda B y la segunda es abismal y tenemos el deber de mejorar nuestra competitividad.

» Sin dar tiempo a que se apagaran las voces, López pasó al primer punto del orden del día.

—Señor López, puede usted tener razón en lo que nos dice. Tal vez hayamos pecado de alarmistas. Pero ha de tener usted en cuenta que este Consejo de Dirección no está habituado a levantarse el sábado y leer en la prensa que nuestro presidente ha difundido a los cuatro vientos las deliberaciones que se creían secretas en este Consejo. Es cierto que el rumor estaba en Mospintoles ya el viernes por la mañana. Todos somos potencialmente culpables, pero el mal no ha sido tan grave…
—Señor Pedregal, me va a permitir que le interrumpa si es usted tan amable. Dice usted que todos somos potencialmente culpables, pero recuerde que yo estaba en Alemania desde el mediodía del martes. Y dice usted que el mal no ha sido tan dañino, pero lo dice después de que este presidente saliera al paso de un rumor que podría haber colocado a buena parte de la ciudad en nuestra contra. Lamento que el Consejo no fuera informado, pero no había tiempo material de hacerlo. Y me temo que a partir de ahora, y hasta que el Rayo se transforme en sociedad anónima deportiva, este Consejo va a tener que irse acostumbrando a esta forma de actuar. Al menos en la Comunidad de Madrid hemos trascendido las fronteras deportivas de nuestro municipio.

Un acostumbrado rumor se instaló a lo largo de aquella mesa alta, donde los consejeros se reunían de pie en lo que López llamaba “el modelo japonés de reuniones”.

Sin dar tiempo a que se apagaran las voces, López pasó al primer punto del orden del día.
—Tengo delante de mí un informe sobre el chico de Santander, que creo que ya va siendo hora de conocer su nombre.
—Chili Revuelta, señor López –intervino el director técnico.
—¿Chili? Me parece un nombre poco serio para un futbolista…
—Con tal de que meta goles, señor López… –atajó el técnico.
—El joven es un valor que nuestro cuerpo técnico ambiciona –continuó López– pero su señor padre no parece estimar que su vástago venga a vivir a Madrid. Cierto que el chico es mayor de edad, pero ninguno de los aquí presentes pretende propiciar una escisión familiar forzando la situación. Su actual equipo estaría dichoso de firmar con nosotros la cesión del jugador con una opción de compra a ejercer el año que viene. Pero el señor Revuelta, taxista de profesión, no acaba de dar su brazo a torcer.

(Continuará…)