—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

El enésimo partido Barça-Madrid (1)

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El día había amanecido frío y lluvioso en Mospintoles. Por la mañana llegó a nevar un poco, cosa algo habitual en el invierno madrileño, pero no cuajó porque una lluvia pertinaz y tristona lo impedía. El tráfico había sido muy complicado, como siempre que caen cuatro gotas. La gente, nerviosa tras dos días casi seguidos de lluvia y mucho frío, había mostrado su cara más agria: discusiones al volante en los embotellamientos, niños inquietos y vociferantes por no poder dar rienda suelta a su natural inquietud, parroquianos que protestaban por todo en los bares y cafeterías, gente –en fin– con mala cara por culpa de un tiempo desabrido y hosco al que, para rematar la faena, a partir del mediodía se le había añadido un fuerte viento que no dejaba vivo ningún paraguas.

» Esa noche la ciudad estaría pendiente del televisor y de los transistores siguiendo las evoluciones de Ronaldo y demás estrellas de la galaxia blanca.

Y por si fuera poco, media ciudad –como medio país– anhelante y nerviosa por el primer combate futbolero de la temporada. ¿El Mospintoles? Bien, gracias, pero la expectación creada por el equipo de la ciudad –pese a la magnífica temporada que llevaba en Segunda División– no podía compararse a la fiebre que siempre despierta el Real Madrid cuando se enfrenta a su más encarnizado rival, el Barça. Esa noche la ciudad estaría pendiente del televisor y de los transistores siguiendo las evoluciones de Ronaldo, Özil y demás estrellas de la galaxia blanca frente a otra no menos galaxia blaugrana con Messi a la cabeza y planetas tan excelsos como Xavi, Iniesta o Villa. Por eso, a las nueve de la noche, y también por la maldita lluvia y el enorme frío, en las calles apenas se veía un alma.

—Señoras y señores, va a comenzar el enésimo partido del siglo, un Barça-Madrid que llevamos esperando desde que el balón empezó a rodar en septiembre. ¡El mayor espectáculo del mundo! Todo el planeta pendiente de la mejor Liga y de los jugadores más relumbrantes del universo del fútbol!

La radio estaba puesta a toda pastilla. Susana tenía libre esa noche pues el programa “Radio Pelota”, en el que intervenía como periodista deportiva destacada, había sido suspendido con motivo de la retransmisión del que se prometía épico partido entre culés y merengues. Estaba muy cansada tras una ajetreada jornada del domingo en la que había cantado la gesta del Rayo al ganar en casa por cuatro a cero a uno de los equipos favoritos para subir a Primera División. Por eso había rechazado diversas invitaciones para presenciar el partido en casas de amigos pues ella no estaba suscrita a ningún canal de pago, donde lo retransmitían. En estas ocasiones prefería la radio, zapeando de una a otra emisora.

—¡Saltan los dos equipos al Nou Camp, siendo recibido el madridista con una enorme pitada, acrecentada con la salida de Cristiano Ronaldo! Ya se sabe, es la emoción de los prolegómenos, la chispa del fútbol que enciende los ánimos y el corazón. Fútbol es fútbol y estas escenas de acritud con el equipo visitante son tan naturales como el agua que en estos momentos cae suavemente sobre el campo barcelonés.
—¡Qué cursi, dios mío, qué ramalazo a flor de pitiminí tiene este tío!

Susana decidió cambiar de dial. En la nueva emisora el locutor se hacía el gracioso.

—Vamos a ganar por cero a ocho –decía el muy chistoso, tomando a la audiencia por imbécil.
—Eso no te lo crees ni tú. Ganará el Barça por cuatro a cero –le respondía otro chistoso con acento de Gerona.
—¡Qué pandilla de cretinos, mare de deu y del amor hermoso! –decía Susana, moviendo la cabeza de un lado al otro–. Pero ahí están estos tíos, en una cadena nacional, diciendo sandeces desde que empieza el encuentro hasta que acaba. Menudo enchufe tendrán…

Nuevamente movió el dial de la radio buscando una retransmisión que le fuese más grata. Entonces pudo comprobar que todas las emisoras estaban emitiendo el partido, como si en esos momentos en el país no ocurriesen más cosas, como si todos los oyentes fuesen aficionados al fútbol. Al fin pareció encontrar unos locutores un poco juiciosos, según su exigente valoración profesional.

—¡Tiro al poste de Messi! ¡Y sólo van seis minutos de juego! Este Real está desconocido. Apenas presiona, parece que esté dormido, muestra demasiada descoordinación entre sus líneas…
—Este tío sí que sabe –argumentó Susana para sus adentros, dando un profundo suspiro–. Entiende de fútbol, tiene un gran sentido del humor y encima es muy guapo, el mamonazo. Lo que daría por estar a sus órdenes, al lado y hasta debajo…

Allí dejó el dial de la radio, soñando con pájaros radiofónicos y periodísticos, ella, que trabajaba en una modesta emisora local donde nadie sabía apreciar sus buenas dotes profesionales. Quizás algún día no muy lejano llegaría a ser una gran estrella de la prensa deportiva, pero tenía todavía tanto que aprender… Suspiró nuevamente y, embelesada, siguió escuchando a su locutor favorito.

(Continuará…)