—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Los que se van (3)

(Lee la entrega anterior)

Irujo pareció querer tomar la palabra, pero López le contuvo levantando su mano al tiempo que extendía los dedos.
—Sin embargo no somos inhumanos y no vamos a dejar desangelada a su familia. Basáñez, ocúpese de que los hijos del señor Pedro Hidalgo sean becados por nuestras empresas hasta que concluyan sus estudios, que espero sea en la Universidad. Averigüe qué habilidades tiene la esposa de este elemento y ofrézcale un puesto acorde con su capacidad en alguna de nuestras empresas.

» —Y ahora se desdicen de un acuerdo que, es cierto, no les obliga a cargar con la recuperación del jugador.

López hizo una pausa, como pensando en otra cosa, y prosiguió:
—Esperemos que pueda alcanzar un buen sueldo que le permita mantener a sus hijos. Pero no quiero que le llegue un céntimo a este holgazán. Basáñez, hable con ella reservadamente y ofrézcale los servicios de un abogado matrimonialista. Dígale que nosotros correremos con los gastos del divorcio, si ella desea dar ese paso. Si surgen problemas ténganos informados. Me refiero a problemas conyugales con el jugador. Déle a la esposa un número de teléfono al que nos pueda llamar con total confianza a cualquier hora. Espero que podamos evitar una desgracia…

Ahora las caras de sus consejeros se habían distendido un poco. López continuó cuando parecía que había dado por concluido este asunto:
—Basáñez, estoy pensando… Vamos a intentar enviar lejos de aquí este problema. Búsquele un equipo de segunda B alejado de Madrid. En algún lugar con costa… Vamos a satisfacer los deseos del jugador de seguir en segunda B aunque sea de suplente. Aunque nos cueste algo de dinero. Pero lo quiero lejos de aquí y de su familia.

López pasó la hoja de Pedro Hidalgo para enfrentarse con el tercero de sus problemas en el equipo.
—José Morán, natural de Mospintoles… —leyó López—. Este chaval… Ha sido una lástima… Recordarán todos ustedes que nuestro rival del último partido en la fase de ascenso había mostrado interés por hacerse con sus servicios. El chico acaba contrato con nosotros esta temporada pero existe una cláusula por la que tenemos preferencia a la hora de renovarle siempre y cuando igualemos en metálico o en especie la oferta que pudieran ofrecerle certificando su veracidad. El caso es que firmamos un preacuerdo con nuestros últimos rivales por el que sólo si ascendíamos les cederíamos el contrato de nuestro jugador para que pudieran hacerse con sus servicios ejecutando esa cláusula.
—Al grano, López, que se nos acaba el tiempo —suspiró Laínez.
—Perdón por la digresión, señores. Ha querido la mala fortuna que Morán se lesionase de importancia precisamente contra quien iba a ser su nuevo equipo, y ello sin que el jugador supiese del concierto que manteníamos con nuestros rivales deportivos del último día. Y ahora se desdicen de un acuerdo que, es cierto, no les obliga a cargar con la recuperación del jugador.
—¿Sabe el chaval que iba a ser traspasado, cedido o vendido? —intervino Pedregal—. Porque entiendo por lo que usted nos dice que ahora ni será traspasado, ni cedido, ni vendido.

(Continuará…)