—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Segundos fuera (1)

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Don Faustino había ido a recoger su desvencijado utilitario a Talleres Matute. Últimamente no salía de boxes, en la jerga que utilizaba Sebas, el propietario. Menos mal que eran de su total confianza, porque tanta rotura era como para recelar. Hay talleres que cuando te entregan el coche te dejan la siguiente avería preparada. Lo mismo que se decía antaño de los retejadores.

Sabía que le recibirían como acostumbraban: jovialidad, chanzas y bromas que don Faustino no compartía. Quizá estaban empezando a perderle el respeto, porque la gente llana tiende a confundir la amistad con la confianza y la cordialidad con el regodeo. Por ello había decidido que en cuanto se le presentase la oportunidad zanjaría una situación que le venía molestando desde hacía tiempo; decidió mantenerse a la defensiva, porque no es fácil cortar sin ofender. Se precisa estar entonado y como todo lo que depende de la inspiración no siempre se tiene el día propicio para dar el toque exacto en el tono adecuado.

» —¡Uuuyyy qué mosca le habrá picado hoy al profe…? Mejor poneros a trabajar, chavales, que lo mismo perdemos a nuestro más preciado cliente.

En esta ocasión las bromas, por repetidas, hastiaron a don Faustino enseguida: que si el Ferrari, que si para cuando lo jubilamos, que si antes de que lo haga usted, que si después para qué lo quiere, que en cuanto lleguen los achaques a los jubilados les retiran el permiso de conducir… Esto último colmó el vaso de su paciencia pero don Faustino, que también sopesaba la posibilidad de que sólo fuera que él tenía un mal día, se mordió la lengua a la espera.

De tan callado como le se veía Juanmi, el mecánico, creyó que el maestro estaba taciturno y melancólico por algún secreto e insondable motivo y decidió levantar el ánimo del viejo profesor con una invitación personal:
—Don Faustino, me va usted a permitir que le invite para este sábado por la noche.
—Ni conoces mis costumbres, ni conoces mis gustos a la hora de la cena —don Faustino, que vio venir la enésima broma, decidió finiquitar las zumbas, pero Juanmi hizo caso omiso de la hostilidad en la voz del profesor.
—Bueno, a cenar si quiere le puedo invitar otro día. Yo le invitaba a ver mi pelea de este fin de semana.

Don Faustino recordó que Juanmi practicaba la esgrima pugilística, el noble arte de atizar mamporros a sus semejantes so pretexto de un encuentro deportivo, si no salía él atizado.
—Sabes bien que no me gusta el boxeo, Juanmi. Además, cada vez me apetece menos salir de Mospintoles por la noche —expuso cansinamente don Faustino.
—¡Anda, leche!, ¿y quién le ha dicho que el Juanmi pelea lejos del pueblo que le ha visto nacer… —Sebas había salido de la oficina sin que don Faustino se percatara de su presencia.
—¿Dónde pelea pues, si puede saberse? —inquirió don Faustino algo amoscado todavía.
—Pues aquí, don Faustino. Mi club organiza la velada en el polideportivo de ahí arriba. ¿Es que no lee los carteles? —le recriminó Juanmi señalando el que estaba a la espalda de don Faustino, a la entrada a las oficinas del taller.

Don Faustino se volvió para ver un enorme cartel anunciando: “Gran Velada de Boxeo”. Había observado que siempre se anunciaba como gran velada y se preguntaba qué pondrían cuando la reunión fuera realmente importante.
—Pero si hasta sale tu foto, Juanmi. Pues sí que habrás tenido que ensayar esa mirada de matón para posar para el cartel.
—¡Qué va!, si me sale sola… —rió Juanmi.
—Qué, don Faustino, ¿apuesta usted unos euros? Yo ya he apostao cien euros a que el Juanmi gana por K.O. —se jactó ufano el Pera, que había estado oyendo la conversación mientras revisaba unas pastillas de frenado.
—Pues no sólo no me parece bien que se permitan este tipo de apuestas, sino que me parece deplorable que el ayuntamiento preste sus instalaciones a la organización de espectáculos tan denigrantes para el género humano.
—¡Uuuyyy qué mosca le habrá picado hoy al profe…? Mejor poneros a trabajar, chavales, que lo mismo perdemos a nuestro más preciado cliente –Sebas se había dado cuenta de que don Faustino tenía un día huraño–. Pasemos dentro, don Faustino, que he de darle algunas recomendaciones para que su cacharro no nos haga tantas visitas, que este último mes ha pasado usted aquí más tiempo que un servidor.

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(Continuará…)

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  1. Pingback - Cuento boxístico | Touch Gloves — 19 19+01:00 agosto 19+01:00 2013 #

    […] han hecho llegar un cuento sobre boxeo que se titula “Segundos fuera” que está alojado en una web con cuentos sobre el deporte. Por lo visto existe una trama que […]