—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Susana quiere saber (1)

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completa

—Buenos días, Manolo. ¿Qué, cómo va la cosa?
—Hola, Faustino. Pues como siempre: mal. Ya sabes que soy un pesimista irredento e incombustible.

El viejo profesor solía acudir al “Bar Manolo”, situado a dos manzanas del Instituto, los días que acababa las clases antes del horario habitual. Su propietario era también un viejo maestro que sólo se dedicó a la enseñanza un par de años. Pronto comprobó que aquella profesión no era lo suyo, que los chaveas le ponían de los nervios y prefirió dedicarse entonces a sus dos grandes pasiones: hablar con la gente (para eso montó el bar) y la lectura (para eso se fue agenciando una biblioteca más vasta que la Municipal).

» Sólo soy una periodista recién salida de la Facultad que está empezando a hacer sus pinitos en la radio.

Sin embargo, aunque la vida le había sonreído en sus gustos preferidos, el destino le había hecho varias jugarretas o, más bien, putadas: dos accidentes de coche de los que salió vivo milagrosamente y dos matrimonios de los que escapó como una liebre en cuanto se dio cuenta que peligraban seriamente sus grandes aficiones. El poso de todo aquello era un pesimismo existencial galopante sabiamente disfrazado con una coraza de humor.

—No te quejes que seguro que el ascenso del Mospintoles te ha hecho vender más alcohol que en toda tu vida…
—No me puedo quejar pero a estas alturas de la película si no me quejo ya no soy nadie. ¿Qué quieres hoy?
—Ponme un pincho de tortilla con mucha tortilla y poco pincho. Ah, y una cervecilla sin alcohol bien fresquita.
—Fresquita no, amigo, te la voy a poner frescachona…

El bar estaba en esos momentos sin más parroquianos que don Faustino. No tardaría en llegar la gente amante del aperitivo, pero en aquel preciso instante sólo estaban los dos profes. O eso parecía…
—Hola, don Faustino…
—¡Susana!
—¿Sorprendido? Tengo una sed de muerte y vi cómo entraba en casa de Manolo, así que he decidido hacerle compañía, querido profe.
—Uf, lo de profe queda ya tan lejos… Debió de ser por la Guerra de Cuba…
—No me eche tantos años encima… Sólo soy una periodista recién salida de la Facultad que está empezando a hacer sus pinitos en la radio. Y que añora aquellos años en que me dabas clase, cuando todo era más sencillo y más amable.
—Otra como Manolo… Pero si acabas de salir del cascarón y ya estás trabajando… Supongo que ganarás poco y trabajarás mucho pero eso pasa siempre cuando uno empieza. ¡Si ya eres famosa!
—¡Hombre, Susana! ¿Qué haces por aquí? —el gran Manolo regresaba con un soberbio trozo de tortilla y un botellín de cerveza.
—Casualmente he visto al mejor profesor que he tenido en mi vida y he entrado a saludarlo.
—¿Qué las das, macho? —guiñó pícaramente un ojo.
—Nostalgia, Manolo. Sólo nostalgia de unos tiempos juveniles que ya no volverán.
—Si yo pudiera regresar a los doce años, Faustino, anda que no iba a cambiar cosas… Para empezar, mi pésima educación sexual…
—Pues tan mala como la que hoy día tienen los chavales. Úsala en lo que puedas, carcamal, antes de que ya no te sirva para nada.
—¡Carcamal… anda que quien fue a hablar!
—Haya paz, señores —terció Susana—. Ponme una cerveza pero con alcohol y anda, Manolo, déjame a solas con don Faustino que quiero aprovechar este momento inesperado para pedirle consejo sobre un asunto profesional que me traigo entre manos.
—Pues si es sobre el Rayo de Mospintoles, malo. Corren rumores de que el Atlético de Madrid está detrás de Piquito. Y como se lo lleve nos va a hacer la puñeta…

(Continuará…)