—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Un regalo de navidad (1)

versión
completa

Las vacaciones escolares de navidad en la Comunidad de Madrid no dieron comienzo hasta el mismo día 24. A don Faustino nunca le habían gustado estas fechas. Además odiaba los parones laborales que rompían el ritmo de la clase. Y desde que su mujer le había dejado para hacer el viaje que todos acabaremos haciendo algún día, tenía atragantadas las dichosas fiestas navideñas.

En la tarde de nochebuena, día en que a don Faustino le gustaría desaparecer de la faz de la Tierra, el profesor languidecía en su rincón del bar de Manolo. Por las tardes siempre había allí poca gente y se podía estar tranquilo, sin ser molestado y sin preocuparse de dejar la mesa libre si se lleva tiempo acomodado sin consumir, habiendo clientes alrededor solicitando una silla.

» —Pues, le voy a decir la verdad, don Faustino, aunque María me encareció que no se lo dijera: […]

Don Faustino leía distraídamente una de las revistas especializadas que Manolo compraba más por gusto propio que para la clientela —revistas que eran escondidas por las mañanas, cuando el bar se convertía en un hervidero de clientes demandando café, cerveza y pinchos, pues el Bar Manolo estaba ubicado en el mejor enclave matinal para este tipo de negocios— cuando entró Sebas saludando en voz alta a todos los tertulianos que allí se encontraban, que a decir verdad no eran más que don Faustino y otros dos parroquianos.

No era extraño ver por allí a Matute, que sin ser cliente habitual se dejaba caer semanalmente por el bar una o dos veces.
—Qué, Sebas, ¿haciendo las últimas compras navideñas…? —saludó Manolo.
—Aquí, las traigo, sí. Y como he pensado que mis dos carcamales favoritos estarían hoy más solos que la una, me he dicho que mejor os daba el regalito hoy que mañana.

Don Faustino, indolente, levantó la mirada de la revista, pero Manolo fue menos diplomático:
—¿Y a qué se debe semejante detallazo por tu parte, Sebas? —la ironía iba implícita en la tonalidad de la voz.
—¡Anda, leche!, a ver si no voy a poder regalaros nada… Además, son dos fruslerías que lo más seguro es que ni os gusten —y diciendo esto sacó un par de corbatas del Rayo de Mospintoles que ni siquiera había envuelto en papel de regalo.
—¡Toma, mira éste! Que le han regalado a María una docena de corbatas y no sabías cómo deshacerte de ellas querrás decir, ¿eh?
—Más o menos, Manolo… dos docenas —rió Sebas—. A don Faustino no veo que le haya hecho gracia el regalito.
—No urges, Sebas, que no es el mejor día para hacer reír a Faustino —le dijo Manolo bajando la voz, pero no lo suficiente como para que don Faustino dejara de oírlo.
—Y yo que quería hablar con el profe de mi hijo —dijo Sebas acercándose al maestro—. Don Faustino, me gustaría invitarle personalmente para pasado mañana domingo a comer con María y conmigo.

Don Faustino, que no había movido ni un músculo desde que entró Sebas, sentado como estaba en la rígida silla que hacía juego con las no menos rígidas mesas con encimera de mármol, ni siquiera volvió a levantar la vista para contestar a Sebas:
—Los domingos tengo por hábito sano comer en mi casa, Sebas, pero muchas gracias.
—Eso será cuando no le invitan dos amigos.
—¿Y a qué se debe esta extemporánea invitación, Sebas?
—Pues, le voy a decir la verdad, don Faustino, aunque María me encareció que no se lo dijera: queremos hablar con usted del Sergio, y de cómo le ha ido este trimestre y de cómo ve usted el siguiente.
—Para eso no necesitáis invitarme a comer. Hubierais ido a la cita que os programé en la tutoría el lunes.
—Ya, don Faustino, pero sabe usted como tiene la agenda María ahora que ha ganado las primarias: el ayuntamiento, sus concejalías, el partido en Mospintoles, la dirección del partido en la Comunidad…
—Y la educación de vuestro hijo ocupa el último lugar, ¿verdad?
—No, por cierto. María me dijo, cuando llegó su carta cintándonos para la reunión de tutoría, que si por un casual no podíamos acudir le compensaría invitándole a comer. Ya ve usted que teníamos en mente reunirnos con usted para hablar del Sergio.

(Continuará…)