—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

La viga y la paja (1)

versión
completa

Hoy por la mañana pedaleaba en una de las estáticas del gimnasio del complejo deportivo Mospintoles-2 cuando entró David Ventarreda.

David lleva poco tiempo viniendo por el gimnasio. A decir verdad, no le conozco más que de las cinco o seis semanas que lleva apareciendo por allí.

Comenzó su sesión de entrenamientos como ha hecho todos estos días atrás. Ventarreda es un tipo callado… Salvo que alguien le pregunte… Entonces puede desatarse su verborrea. Yo diría que es ciclotímico, pero no soy experto en la materia.

» El hilo fue derivando hacia las faltas de higiene que se observan en el gimnasio […]

Ventarreda llevaba poco más de media hora dándole a las mancuernas y a las halteras. No es que levante mucho peso, pero sí aparenta –al menos a mis ojos– que tiene un sistema. El tipo se mueve entre las máquinas del gimnasio siempre con una toallita colgada del cuello.

Somos pocos los que llevamos toalla al gimnasio. Para algo que debería ser obligatorio la inepta gerencia del complejo ha sido incapaz de hacerlo valer entre los usuarios.

Hay que decir que David Ventarreda suda ostensiblemente. Yo no diría que lo hace de forma copiosa, pero casi. Entra ataviado siempre de la misma forma, con su camiseta azulona, un pantalón negro de esos que llaman «de pirata», que no es un pantalón deportivo (otro detalle para apuntar en el debe de la inepta gerencia del complejo), y con su toallita al cuello.

Una toallita exigua, de un tamaño ridículo… Yo diría que el tamaño de la toalla es de esos que llaman de pie de baño.

De su indumentaria –pensando bien– algunos creemos que o bien tiene varias camisetas iguales, o bien lava todos los días la que trae puesta…

Sea como fuera, alguien entró esta mañana en conversación con David Ventarreda sobre el estado del gimnasio, con el mancuernero sin ordenar y los discos dispersos por el suelo. La gente no colabora…

El hilo fue derivando hacia las faltas de higiene que se observan en el gimnasio: gente que se quita la camiseta en los días de calor, otros que entran al gimnasio con chancletas –mostrando unas feas uñas viudas–, y quienes no llevan toalla, que son la inmensa mayoría.

Un servidor no se sintió aludido, pues la toalla en el gimnasio forma parte de mi atuendo. Pero sí que puse oído a lo que allí se hablaba en alta voz.

Más que nada porque quería observar cómo reaccionaba la media docena de machotes que allí estaban y que aparte de levantar mucho hierro no ponen en práctica ninguna de las medidas higiénicas por las que allí se arengaba.

Pues resulta que todo el mundo le dio la razón a David Ventarreda… ¡Era una vergüenza que la inepta gerencia no hiciera obligatorio el uso de la toalla en el gimnasio!

(Continuará…)