—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Nace El Mesías (1)

[En 5 entregas diarias]

El comienzo de la liga aún se veía lejano. Sebas estaba departiendo con otros parroquianos en el Bar Manolo sobre los dos partidos de Supercopa que habrían de enfrentar a su equipo, el Barça, con el Real Madrid. El empresario no era el único forofo de los azulgranas en Mospintoles, ciudad del cinturón metropolitano sur de Madrid.
—Tendríamos que hacer una peña del Barça, Sebas.
—Si seríamos cuatro gatos…
—No lo creas. Lo que pasa es que no estamos organizados.
—En cuanto se difundiera que tenemos una peña barcelonista en Mospintoles, ya verías como los aficionados acabarían apareciendo –alegó otro contertulio.
—No sé… Lo veo complicado –en realidad Sebas llevaba tiempo rumiando algo parecido–. Seríamos un grano en el culo de tanto madridismo como nos rodea.

» —Y una leche… Reuníos en tu taller –Manolo no quería ver perjudicado su negocio–. Aquí no tengo pensado poner televisión.

—Eso no puede echarnos atrás. Sólo se trata de reafirmar nuestra adhesión al Barça.
—Es cierto –el cuarto tertuliano tomó la palabra–. No se trata de meterse con nadie, sino de sumar voluntades. Ver juntos los partidos, viajar juntos a Barcelona o al Bernabéu o a otros campos, tener nuestras propias señas de identidad.
—Bueno…, quizá tengáis razón. Pero habríamos de disponer de una sede. Un lugar de reunión donde juntarnos para ver los partidos cada fin de semana. Quizá podríamos reunirnos aquí, ¿eh, Manolo?
—Y una leche… Reuníos en tu taller –Manolo no quería ver perjudicado su negocio–. Aquí no tengo pensado poner televisión. Con la que tengo en casa ya tengo bastante.
—Nosotros compraríamos una panorámica de plasma y te la dejaríamos aquí para que la usaras todos los días, Manolo –uno de los platicadores comenzaba a ejercer presión sobre el dueño.
—Que no, ¡ea! Los partidos se suelen jugar los domingos, y yo los domingos no abro. Y no tengo pensado abrir para nadie. Es mi día libre.
—Lo que tienes es miedo de que te encasillen el bar por culpa de la peña.
—Pues será eso… ¡O no! Pero buscaos otro local –Manolo tenía las cosas claras y mucha veteranía para tratar un asunto tan escabroso como éste.
—Pues en el taller no hay ambiente como para ponerse a ver un partido –Sebas parecía estar pensando seriamente en la viabilidad de la peña.
—El ambiente se crea, Sebas –ahora la presión del grupo recaía sobre él.
—No, si a mí me gustaría, pero no tendríamos nada que beber ni nada para comer.
—Podemos hacer en la parte de atrás del taller un txoko, como hace mi cuñado en el País Vasco.
—¿Y eso que es? –quiso saber Sebas.
—Un local donde se reúnen los miembros de una asociación, con una pequeña cocina o parrilla, con su salida de humos, claro; una nevera, una tele, un radiocasé para poner música, unas sillas y un baño. Y mucha cerveza.
—Parece sencillo —concedió Sebas, a quien no era necesario animar–. Tal vez podamos alquilar un local pequeño. No hace falta que esté en el centro de Mospintoles. Con las cuotas sociales podríamos pagar el alquiler, y ya haremos rifas… y en navidad a vender lotería.
—No sé si nos la comprarían. Con tal de jodernos…
—Las papeletas de las rifas igual no, pero la lotería de navidad… Nadie dice que no a quien te puede estar ofreciendo el gordo… La traemos de La Bruixa d’Or, de Sort, y ya verás cómo nos la quitan de las manos –aquello iba tomando forma.
—Bueno, ya veremos todo eso –cortó Sebas, que ya tenía ganas de pasar a cuestiones más resolutivas–. Ahora lo que hace falta es saber cuánta gente estaría dispuesta a afiliarse a la peña.
—¿Afiliarse? Será apuntarse o inscribirse… Eso de afiliarse me suena a partido político o a sindicato.
—Será la deformación de hablar a diario con María. A ver, Manolo, por lo menos podrías contribuir a la constitución de la peña prestándonos un boli y un papel para hacer una lista de la gente con la que se puede contar desde el principio.

* * * * * * * * * * *

[Continuará…]