—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Nace El Mesías (2)

(Lee la entrega anterior)

—¡Hooombre, don Rosendo! –el cura párroco traía cara de pocos amigos, pero Sebas tenía en mente hacerle una proposición.
—Déjate de saluditos, Sebas. El coche sigue fallando más que una escopeta de feria. Ayer me dejó tirado otra vez.
—Humm… –Sebas adoptó una fingida actitud profesional–. Hemos de revisarlo a fondo. No puede ser la bomba de la gasolina porque es nueva.
—No sé qué leches es. Ya te dije que quería cambiar de coche, pero preferiste venderle aquella ganga al Faustino.

» ¿Te has vuelto loco, Sebas? ¡A mí me echan de la Iglesia…!

—Hombre, don Rosendo… Don Faustino lo había visto antes que usted, y yo tengo palabra. No le habría hecho yo a usted esa jugarreta si lo hubiera visto usted antes.
—Pero yo te ofrecía más dinero. Podías haber hecho una puja.
—Las cosas no funcionan así, don Rosendo. Esa venta venía viciada desde el principio. El propietario estaba muerto, y me había dado un precio. Su hijo no podía hacerse cargo del vehículo, y don Faustino puso el dinero encima de la mesa. Usted le echó el ojo cuando don Faustino ya había dado su palabra.
—No fue así, Sebas. El Faustino se lo estaba pensando, y tú le diste prioridad a él.
—Bueno, don Rosendo; no parece usted un sacerdote hablando de envidias y rencillas. ¿Dónde está esa caridad cristiana? ¿Dónde ese poner la otra mejilla…?
—¡Oye, oye! A ver si te piensas que por ser cura soy idiota…
—Yo sólo digo que me comprometí con usted a encontrarle otra ganga… Y la verdad es que aún no ha aparecido. Ya sabe que yo soy un profesional, y no voy a engañar a mi feligrés preferido… Venga conmigo, don Rosendo, que le tengo preparado en mi oficina un vinito de esos de Toro que sé que le gustan para comenzar a hablar de un negocio que me traigo entre manos y que le va a interesar.
—Siendo así, Sebas, como que me apetece seguir hablando contigo.

Matute tenía más calado a don Rosendo de lo que el propio cura creía. No es que el párroco fuera un incauto, ni mucho menos. Es que Sebas tenía un cierto candor, un cierto don de gentes que hoy en día escasea.

Ya en la oficina, el propietario de Talleres Matute puso al día a don Rosendo sobre el asunto de la peña barcelonista.
—…Y todos sabemos que usted es más culé que el Guardiola.
—¿Y qué gano yo con eso, Sebas?
—¿Pero qué quiere usted ganar, señor mío? Yo lo que le ofrezco es ser socio fundador de una peña barcelonista, que no debe haber muchas en el cinturón metropolitano de Madrid.
—Sí, ya. Pero lo que quiero decir es más bien lo contrario, ¿sabes lo que te digo?
—Está usted hoy con el retorcido subido, don Rosendo… ¿Qué me quiere decir?
—A ver Sebas. Primero que no sé yo si un sacerdote puede pertenecer a un movimiento como ese…
—Pero si ya es usted el capellán del Rayo de Mospintoles… Si ése es el problema, le hago capellán de la peña.
—…Y segundo, Sebas, que no te enteras, hijo: el obispo es más merengue que el propio Bernabéu, que en gloria esté.
—Pues ya está. Si el obispo es del Madrid, usted es del Barça. No se lo va a reprochar.
—Ya estoy mayor para estas cosas, Sebas… No quisiera que llegaran quejas al obispado porque me he unido a la peña para constituirla, ¿sabes lo que te digo?
—¿Pero es que tiene usted pensado predicar hablando del Barça? ¡No! ¿Ve? Eso es que tiene usted libertad para elegir. Y sus feligreses también. Que las avemarías no llevan los colores blaugranas, por dios –Sebas retorcía los argumentos.
—¿Y cómo va a llamarse la peña, hijo?
—¡Ondiá! Pues no lo tengo pensado… Los chicos quieren que yo sea el presidente… que no sé si dejarme… –don Rosendo cabeceó con sorna–. Pero supongo que al menos podré ponerle el nombre que más me guste… Y a mí el que más me gusta es el Messi… ¡Ya está! Será la Peña barcelonista El Messías de Mospintoles… Con perdón de su reverendísima…
—¿¡El Mesías!? ¿Te has vuelto loco, Sebas? ¡A mí me echan de la Iglesia…!
—Es el apodo que tiene el Messi… Si Maradona era dios, él es el messías… ¡Leches, don Rosendo! No se me venga atrás que el nombre es cojonudo.
—Sí, no creo que haya muchas con ese nombre… La verdad es que es toda una ocurrencia… Y más habiendo un cura entre el grupito que la constituye… Pero no quiero crearme problemas…
—Si es que vamos a ser cuatro gatos, don Rosendo. Hagamos una cosa: constituimos la peña y luego usted se afilia.
—Coño, Sebas. Qué mal suena eso de afiliarse…
—¡Ahg! Es que con María en casa todo el día hablando de política, el vocabulario me lo están cambiando.
—Bueno, cuenta conmigo, pero no públicamente. Estaré en la peña desde el primer momento, pero no quiero ser socio constituyente. Es una opción privada y personal que me asiste y como tal quiero que se trate. Sí me asociaré, pero no quiero despeñarme, ¿sabes lo que te digo?

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[Continuará…]