—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Drama y comedia (1)

[En 5 entregas diarias]

Inmaculada, la madre de Piquito, llevaba seis sesiones de tratamiento del cáncer de mama que le habían detectado meses atrás. La terapia que recibía era de las más avanzadas pero algunas secuelas, como la caída del cabello, han sido inevitables. Dos días antes de iniciarla llegó a casa una peluquera de confianza para cortarle el pelo casi al cero. Una doctora se lo había recomendado pues son muchas las pacientes que acaban deprimiéndose al ver cómo, poco a poco, el cabello se les va cayendo a trozos como consecuencia de la quimio. Una semana antes, con la misma peluquera, Inma había seleccionado una peluca de características parecidas a su pelo natural.

» A veces soñó que la siguiente sesión de quimio no sería ya necesaria, pero sabía que confundía sueño y realidad porque el tratamiento debía recibirlo en toda su integridad. Habría que sufrir hasta el final.

Tras la primera sesión de quimio, cuyos efectos secundarios apenas notó, Inmaculada recibió una gratísima noticia: Metzger había regresado de Alemania tras su affaire con el fisco teutón. La reconciliación entre Piquito y el jugador alemán, sucedida casi a continuación, le causó también otra gran alegría. Cuando Metzger fue nombrado entrenador del Rayo creyó ver que su hijo empezaba a cambiar de comportamiento, olvidándose de las malas compañías y la bebida. Al menos eso creía ella, quizás llevada en demasía por su amor de madre.

Reconfortada por el regreso de su amor y por el aparente cambio de actitud de su hijo, Inmaculada comenzó a ir sintiendo la dureza del tratamiento contra el cáncer a partir de la segunda sesión. De golpe, casi sin avisar, llegaron las náuseas, los vómitos, las pocas ganas de comer y las pesadillas nocturnas. Ya no tenía dudas de que estaba enfrentándose a una terrible enfermedad y que, para vencerla, iba a necesitar no sólo la ayuda de su gente más querida, Piquito y Metzger, si no de alguien en quien tenía serias dudas de que respondiera valientemente: ella misma.

Piquito contrató a un psicólogo y a dos mujeres para que atendieran a su madre día y noche. Los entrenamientos y los viajes del Rayo eran tan frecuentes que le impedían estar siempre cerca de ella y su intención era que nunca se quedase sola. También entró en contacto con un nutricionista para que la guiase en la alimentación recomendada para la prevención y atenuación de los efectos secundarios más habituales de la quimio como la falta de apetito, llagas en la boca, sequedad bucal o deshidratación.

En las primeras sesiones, pese al malestar, Inmaculada sacó fuerzas de donde pudo y afrontó con optimismo y cierto sentido del humor lo que se le venía encima. Era importantísimo que su actitud vital ante la enfermedad fuese positiva, de esperanza en el futuro, confiada en que todo saldría bien. Por eso, aunque no tenía ganas de hablar con nadie y, por supuesto, de salir siquiera a la puerta de la calle, hacía de tripas corazón e intentaba entretenerse para hacer aquellos días más llevaderos.

A veces soñó que la siguiente sesión de quimio no sería ya necesaria, pero sabía que confundía sueño y realidad porque el tratamiento debía recibirlo en toda su integridad. Habría que sufrir hasta el final. Es más, le habían dicho que conforme éste fuese avanzando en el tiempo ella podría sentirse peor, los efectos secundarios aumentarían y las energías serían menores. Ese es el peaje que los enfermos de cáncer han de pasar para llegar a la curación.

La curación… ¡Qué lejos quedaba la ansiada curación! Por fortuna, al menos eso decían los médicos, la enfermedad más temida estaba siendo vencida por miles de pacientes de modo que había que aferrarse a la esperanza de estar entre ellos. Especialmente si la enfermedad estaba en sus inicios, como le habían indicado.

A todas estas ideas Inmaculada le venía dando vueltas un día y otro pese a lo cual no podía evitar tener sus momentos de pesimismo, de tristeza. ¿Y si la estaban engañando los médicos y su propio hijo? ¿Y si la enfermedad estaba bien avanzada y todo era un intento vano por evitarle la muerte? Ella sabía que en casos similares la familia oculta al enfermo la cruda realidad. Ocurrió con un tío suyo del pueblo y también con una vecina del barrio donde antes vivía. Todo el mundo confabulándose para evitar que el enfermo supiera la verdad: que el cáncer estaba muy extendido por su cuerpo y que no había milagro que pudiera devolverle la salud. Es eso lo que más preocupaba a Inmaculada pero nunca se atrevió a decírselo a Piquito. Cuéntame la verdad, hijo. Me voy a morir. Es eso lo que te han dicho los médicos, ¿verdad?

Un día el psicólogo, tras sospechar que Inmaculada estaba dándole vueltas a estos asuntos, cosa inevitable, afrontó el tema con crudeza.
—Olvida tus temores, Inma. Vas a salir adelante porque la enfermedad se ha cogido a tiempo y porque estás teniendo el mejor tratamiento. Nadie te está mintiendo. Incluso te han dicho que la curación es dolorosa, que hay momentos en que puede haber la tentación de tirar la toalla. Sabiendo lo que hay y lo que te espera, sólo cabe una actitud: ser fuerte. Combatir los momentos malos con valentía, sin bajar los brazos. El hecho de que seas joven también juega a tu favor, pero recuerda una vez más que al cáncer se le vence no sólo con medicinas, dolor y sacrificio. Se le derrota también con coraje, valentía, rabia, con ganas de vivir. Muchísimos enfermos han conseguido superarlo y tú también lo vas a hacer, así que no quiero ver en tu cara la más mínima duda, el menor atisbo de que todo este sacrificio no va a servir para nada.

[Continuará…]

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  1. Trackback - Bitacoras.com — 16 16+01:00 febrero 16+01:00 2012 #

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