—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

El precio del chocolate (1)

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completa

Había pasado una semana desde que Piquito tomó la decisión de aprender a leer… O siendo más precisos, de adiestrarse en ejercicios de comprensión lectora a fin de aprobar el examen teórico para obtener el carné de conducir. Le animaba el hecho de que tenía todo el verano por delante.

Al no saber cómo abordar a don Faustino había decidido valerse de un mensajero para contactar con el profesor, tan inasible —para Piquito simplemente era raro— pero a la vez tan asequible para las mentes algo obtusas como la del propio jugador. Había apostado a que aquel profe no le negaría la ayuda. Piquito sabía que don Faustino fue el único que le defendió cuando le hicieron aquel consejo de guerra (en realidad fue un consejo escolar) para echarle por quince días del instituto habida cuenta de sus reiteradas faltas de asistencia a clase.

» La chica, vista de cerca, no estaba mal… Aunque él le haría unos retoques…

¿Y qué esperaban? ¿Cómo ir a clase un lunes gris tras un domingo lleno de las emociones que le deparaban los partidos y un calamitoso viaje de regreso en autobús? ¿Acaso no sabían lo difícil que era conciliar el sueño tras los intensos partidos, con las imágenes de las recientes vivencias agolpándose en su mente y robándole horas de descanso?

Pero no quería dar un paso en falso, y sabía que Susana Crespo y don Faustino solían mantener largas parrafadas. Si conseguía que la chica le hablara a don Faustino de él, el viejo se prestaría a echarle una mano con los libros.

Todas las mañanas Susana abría el pequeño negocio familiar, “Autoservicio Crespo”, los ultramarinos de aquella barriada obrera. Así que Piquito, ni corto ni perezoso, que para esto de las relaciones sociales tenía un desparpajo que para qué contar, se levantó temprano aquel día y aguardó a que llegara la muchacha.

Desde un banco frente al local la vio levantar la persiana, entrar, encender las luces interiores y ordenar la mercancía que el padre había traído de madrugada de MercaMadrid y que había dejado en el pasillo entre muebles expositores.

Piquito entró en el establecimiento e instintivamente cogió de la estantería algún producto, para hacer una compra estratégica. Llegó a la caja y saludó cortésmente. Fue entonces cuando se dio cuenta de que nunca había estado frente a frente ante la joven.

Susana tendría unos diez años más que él… Pertenecían a diferentes generaciones del mismo suburbio. La había visto mil veces en el barrio; allí todos sabían quién era quién. Pero nunca había hablado con ella. Y Piquito se preguntó por qué la emisora enviaba a las entrevistas de los entrenamientos del Rayo a aquel tipo más seco que la mojama. La chica, vista de cerca, no estaba mal… Aunque él le haría unos retoques…
—Buenos días… ¿Qué llevas? ¿Unas chocolatinas? Esta semana tienes de oferta aquellas otras que tienen almendra.

Piquito sonrió… Le hizo gracia que la hija de la dueña se preocupara por su bolsillo y no por la caja del negocio.

(Continuará…)