—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Carne de gimnasio (y 4)

(Lee la entrega anterior)

Pero echad un poco la mirada hacia la izquierda. Qué contraste, ¿verdad? Viene a regañadientes obligado por sus padres. Lo suyo es el estudio mondo y lirondo. El chaval no se baja del sobresaliente en cualquier asignatura… menos la gimnasia, donde siempre procura escaquearse. Miradlo bien, si es que lo veis, porque parece un palillo de dientes. No necesitan hacerle radiografías porque se le transparentan todos los órganos vitales. Así que para hacer ganas de comer y para coger músculo y mover el esqueleto, los padres de Pepito el Alambres, como le llaman sus camaradas de instituto, le obligan a acudir todas las tardes al polideportivo y seguir un plan estricto de ejercicios bajo la atenta y planificada mirada de un entrenador personal. Y por si acaso Pepito se salta las normas y quiere hacer novillos, un guardaespaldas no le pierde el ojo ni un minuto. Sobra decir que el Alambres es hijo de una buena y potentada familia, aunque no me digan si es de derechas o de izquierdas, porque todavía no lo he podido averiguar.

Cerca de él podéis ver, en la bicicleta estática, a toda una institución de la localidad, don Faustino, el viejo profesor del Instituto Fernando Orejuela y por cuyas manos han pasado algunos de los hijos más ilustres de la localidad, incluyendo a Piquito, el actual jugador del Rayo llamado a ser gloria nacional del peloteo hispánico. El que en estos momentos habla con él es un viejo camarada de correrías políticas pues ambos estuvieron de concejales en el Ayuntamiento mospintoleño en los años de la transición política de este país. Un tipo que se ha hecho de oro por su labor profesional, que no política: un asador que pone la carne de gallina (quiero decir, que pone unas carnes que quitan el sentido). Ricardo, se llama el aludido.

Bueno, debo ir cortando el rollo. Sólo os diré que lo que peor llevo es ver cómo hay gente que traslada a este santo lugar su ansia y estrés de la vida cotidiana, cuando aquí se viene precisamente a lo contrario: a dejarlo en la taquilla. Ese ejecutivillo pegado a un móvil y que asoma su narizota tras la columna de las espalderas. Aquella marujona tumbada en la esterilla que confunde el gimnasio con la peluquería y que no para de hablar también por el móvil (nefasto bicho) con todas sus vecinas y amigas. Pero bueno, a pesar de algunos que vienen al lugar equivocado, yo me lo paso estupendamente en el gimnasio y en todo el polideportivo. Hago ejercicio, miro y escucho… Y así paso la vida, con unas cuantas horas al día metido entre estas cuatro paredes del Complejo deportivo. Al tiempo que el ejercicio físico eleva mi nivel de colesterol bueno y reduce el nivel de triglicéridos malos, mi tensión arterial se reduce al igual que el riesgo de desarrollar una diabetes o la dichosa osteoporosis. Y es que uno anda ya en una edad de “mírame y no me toques”. Pero, además de todos estos beneficios, el mirar, escuchar y hablar con la gente que viene por aquí hace que mi sistema nervioso mejore, que el optimismo y la energía me invadan tan ricamente y que mi cerebrín siga tan fresco como una lechuga. Y es que, señores y señoras mías, hacer ejercicio es tan beneficioso como tocarle a uno la lotería. Y, además, hacer ejercicio no cansa sino que descansa, como dice el doctor Fuster. Sí, ya acabo…, pero no quiero perder la oportunidad de aconsejaros que hagáis como yo, que saquéis un tiempecito diario para mover el esqueleto, sea andando, montados en bicicleta, haciendo relajación o lo que queráis, pero cuidaros ese cuerpo serrano que sólo tenemos uno y al tío le gusta demasiado la vagancia. Y si no os gusta saltar, trotar, andar o ir de cualquier manera sobre el suelo, meteros en el agua y daros unas brazadas aunque sean en plan perro o gato. Por eso quiero invitaros a que veáis otro lugar del Polideportivo Mospintoles-2 que también entretiene bastante. Me refiero a la piscina. Eso será, si queréis acompañarme, dentro de unas cuantas semanas…

» Y es que, señores y señoras mías, hacer ejercicio es tan beneficioso como tocarle a uno la lotería. Y, además, hacer ejercicio no cansa sino que descansa, como dice el doctor Fuster.

—Don Faustino, qué tiempos aquellos de la transición, en que pensábamos que teníamos el destino en nuestras manos…
—Poco duró el ingenuo sueño, Ricardo, poco duró…
—Puf, una legislatura… Cómo nos la dieron con queso…
—Hicimos bien en largarnos de allí en cuanto pudimos. Ahora, ya ve, cualquier ignorante o tonto del culo puede ser un político de alta gama. ¡La burricie al poder!