—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Carne de piscina (y 4)

(Lee la entrega anterior)

Ya ven que el mundillo de la piscina climatizada, a pesar de que la gente vaya medio en pelotas, es bastante aburrido y monótono. Todavía no se ha inventado escuchar música dentro del agua o charlar con otros mientras se nada, por eso la mayoría del personal que acude por aquí está sólo un rato. Así que no da tiempo a conocer y encariñarse mucho con la gente, como ocurre en el gimnasio. Aquí al personal apenas se le ve el pelo, tan preocupado como anda por no tragar agua, evitar irse al fondo o eludir a alguno de los tiparracos que he citado antes. Excepto las cotorras y cotorros de las dos primeras calles, claro, que esos sólo se dedican a charlar y charlar sin parar. Si les dejasen traer un cafelito a la piscina, se lo tomarían con mucho gusto mientras están en remojo de cintura para abajo.

» Aquí hay que buscar con lupa algún cuerpo de esos que dicen ¡cómeme! De vientres planos, nada de nada. De músculos de mármol, ni hablar del peluquín. Mucha celulitis, mucho músculo colgante y abundantes grasas.

Pero antes de dejarles quiero hacerles una juiciosa observación por si alguno de ustedes aún no se ha enterado de lo que vale un peine. Ya se habrán dado cuenta que yo soy muy observador y en la piscina, donde todos vamos casi como dios nos trajo al mundo (bueno, a mí me trajo mi mamá, hace ya muuuchos años), alguien alejado de este ambiente pensará que las vistas son inmejorables. Me refiero a las que ofrecen muchos nadadores y nadadoras. Ya saben, cuerpos estilizados y apolíneos, músculos endurecidos, cinturas de avispa y pechos de fresa. Pues no. Esto no es la televisión, ni el cine, ni una revista, ni una casa de publicidad. En esos antros nos venden siempre cuerpos perfectos, hombres y mujeres esculturales, de vientres planos y espaldas rectas, apetecibles de comer como una manzana o un plátano. Muchos de ellos posan a menudo en traje de baño.

Aquí, como pueden comprobar, salvo algún que otro yogurín, nada de nada. La realidad no es como nos la pintan en esas pantallas y carteles de colorín. Aquí hay que buscar con lupa algún cuerpo de esos que dicen ¡cómeme! De vientres planos, nada de nada. De músculos de mármol, ni hablar del peluquín. Mucha celulitis, mucho músculo colgante y abundantes grasas. Y no será que mucha de la gente que viene por la piscina no se tira sus buenas horas de sacrificio y sudor para estar en forma o tener una figura más o menos potable pero es que ese canon de belleza que unos listos han inventado a golpe de cremas, fotos trucadas y programas de ordenador no existe en la vida real.

Sí, comprueben lo que les digo mirando y remirando al personal que deambula por la piscina. Gente corrientita a la que aún no ha llegado el diseño virtual ese del “fotochop” o cómo demonios se diga. Por eso, si alguno de ustedes buscan un poquito de erotismo, de carne fresquita que les alegre las pajarillas, olvídense de las piscinas y de la playa. Mejor vayan al cine o cómprense el Play Boy. Les estarán vendiendo gato por liebre pero para eso les hacen pagar unos euros. Se lo dice el “muá”, que sabe mucho de agua dulce y salada. Y ahora me disculpan pero me voy a dar un chapuzón…

—Pues dentro de poco habrá elecciones municipales así que tenemos una oportunidad de echar a la calle a todos los impresentables, don Faustino.
—El problema no es sólo de personas sino también de sistema. Parece que vivamos todavía en la época de las cavernas.
—Es que pasan los siglos y no aprendemos. Me cago en la leche…
—Quizás el problema esté en nosotros mismos. Sí, Ricardo, en nosotros. Estamos viejos y la realidad que vemos ya apenas la comprendemos. Viejos, Ricardo, terriblemente viejos…