—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Don Faustino va al ayuntamiento (y 2)

(Lee la entrega anterior)

María captó la pulla, pero prefirió no darse por enterada aprovechando que salió delante para franquear el paso al profesor.

Ya en el despacho la concejal pidió a don Faustino que tomara asiento. Ella se instaló en su lujoso sillón de cuero.
—¿Y qué le trae por el ayuntamiento, don Faustino? Oí que preguntaba por Segis, y puesto que en su ausencia me corresponde oficiar de alcaldesa en funciones, me he tomado la libertad de atenderle. Supongo que no es un asunto de índole personal.

» —Sabe usted bien que no puedo responder a su pregunta.
—Quizá por eso venía a ver a Segis…

—Y supones bien. El asunto que me trae es más bien institucional, y no dispongo de mucho tiempo. Tengo que estar de vuelta en el instituto a las doce y media.
—Pues no se demore más y dígame qué puedo hacer por usted.
—Por mí y por todo el pueblo. He pasado una noche fatal. Desvelado por completo. Y hoy tenía que estar en plenas facultades físicas y mentales.
—¿Y cuál fue la causa de su desvelo de anoche?
—Pues la que habrá desvelado a todo el pueblo. Unos gamberros, escudándose en una victoria deportiva, lanzaron cohetes durante más de media hora, hasta bien pasada la media noche.
—Don Faustino, no podemos frenar las manifestaciones de júbilo de todo un pueblo.
—¿Y dónde queda el derecho al descanso de lo que sí es todo el pueblo? En mi opinión no llegaban al cinco por ciento los burros que nos despertaron a las gentes de buena voluntad.
—Pero sólo es un día, don Faustino. El Rayo no sube a segunda división todos los años. Quizá sea la única vez en la vida.
—Sabes bien que ese argumento es sofístico, y no has respondido a mi pregunta.
—Sabe usted bien que no puedo responder a su pregunta.
—Quizá por eso venía a ver a Segis…
—Segis le daría la misma respuesta que yo. No querrá que empaquetemos a medio pueblo, don Faustino.
—A medio pueblo no. A menos de un cinco por ciento, María. Pero no, con el primer simpático hubiera bastado. Ya se hubiera encargado él de correr la voz…
—¿Y a quién elegimos? ¿Lo hacemos mirando su declaración de la renta? ¿Le partimos el mes a un padre de familia?
—Un padre de familia estaría en la cama, intentando dormir para trabajar al día siguiente.
—Si multamos a su hijo al final será el padre el que acabará pagando…
—Yo sólo digo que el Ayuntamiento debe velar por el descanso de sus vecinos.
—Ahora es usted quien elude la respuesta a mi pregunta.
—Me temo que mi tiempo se ha acabado –dijo don Faustino levantándose de la incómoda silla de las visitas.
—Aguarde, don Faustino. ¿Cómo va Sergio en el instituto?
—Humm… También me temo que éste no va a ser el lugar donde hablemos de mi trabajo. En el IES tengo un despachito. No tan mono como éste, pero funcional al fin y al cabo. Os llegará una carta emplazándoos a Sebas y a ti para tener una charla con este tutor de 1º A. Elegid el momento que mejor os venga a ambos. Pero quiero veros a los dos… Juntos, no por separado. A Sebas ya le veré esta semana en el taller.
—Bueno, don Faustino… Sabe usted que aquí tiene su casa.
—Gracias… pero no es a mí a quien corresponde velar por el bolsillo de mis conciudadanos. Quizá si desde el Ayuntamiento no hubierais mirado para otro lado cuando surgió la moda de las celebraciones futboleras estruendosas no estaríamos tan indignados los vecinos.
—Su queja es la única, don Faustino.
—Pues entonces tendréis más. No lo dudes.