—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Don Faustino va al ayuntamiento (1)

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A media mañana don Faustino tenía una hora libre. Los IES es lo que tienen… dejan más tiempo libre al profesorado que los colegios. Cogió el transporte urbano para dirigirse al ayuntamiento. Su utilitario estaba en Talleres Matute desde la semana anterior. Quedó de ir a recogerlo el viernes pasado, pero abusando de confianza había decidido dejarlo hasta finales de esta semana pues no pensaba utilizarlo. Al instituto podía ir andando desde su casa. En realidad pasaba semanas enteras sin utilizar el coche.

Pero dado que sólo disponía de una hora más el recreo no podía permitirse ir andando hasta el centro de Mospintoles. Y menos con su renqueante cojera. Así pues, decidió confiar en el trasporte urbano. A la vuelta, si se le hacía tarde, no le quedaría más remedio que pagar un taxi.

» ‘Ha sido todo un dispendio instalar un ascensor para subir una planta’.

El autobús le dejó en la Plaza Mayor, justo frente al ayuntamiento. Don Faustino cruzó la calle mientras se preguntaba cómo era posible que el ayuntamiento fuera un edificio tan moderno y el IES fuera, quizá, el edificio de la Administración más antiguo en Mospintoles. El más antiguo y el que más grandes carencias tenía. ¿Por qué los políticos no invertían en los edificios educativos? Después de todo ellos también tenían hijos…

Al entrar notó la climatización, y eso que el día no era especialmente caluroso… En el IES… bueno, después de todo había calefacción. Una caldera que cualquier día iba a dar un gran disgusto a todo el pueblo…

Don Faustino se dirigió a “Oficinas Generales”. Sabía bien dónde estaba el filtro del ayuntamiento. Nadie tiene acceso a los políticos en Mospintoles… cuando ellos no quieren. Entran al garaje, en la planta subterránea, y de ahí suben a sus despachos. No pasaban por el lugar donde la gente del pueblo era filtrada… Aunque frenada sería más exacto.
—¡Buenos días, don Faustino! –le saludó alegre Mari Pili. La becaria estaba sola en la oficina. Sus compañeros seguramente estaban en la hora del café; todos a la vez, como mandan los cánones.
—Buenos días, Mari Pili. ¿Está don Segismundo en su despacho?
—Segis no está.

A don Faustino le molestó la familiaridad de la mozalbeta para referirse al alcalde. Recordaba a Mari Pili de sus días de instituto, no hacía tanto tiempo después de todo. Siempre fue educada y cortés con sus mayores.

El alcalde y don Faustino eran coetáneos (para los de la LOGSE: que tenían la misma edad), y a pesar del cargo, la muchacha utilizó un diminutivo familiar para referirse al primer edil. El mundo estaba perdiendo las formas, las buenas formas…
—¿Se sabe si regresará a lo largo de la mañana?
—¡Uy!, no. No creo. Ha estado en una bianual.
—Será una bienal, Mari Pili. Son eventos que suceden cada dos años, y no dos veces al año –don Faustino no pudo reprimir la corrección; la profesión la llevaba muy dentro–. De lo malo…, hubiera sido de mal gusto que hubieras soltado la otra opción que cabía.

Mari Pili no pareció entender a qué se quería referir don Faustino. Era un hombre tan… ¡enigmático! Iba a preguntarle por ello cuando surgió María Reina de uno de los despachos del pasillo, posiblemente el del Interventor.
—¡Don Faustino!, qué alegría verle por aquí de nuevo.
—No me vas a convencer, María.

Ambos rieron quedamente ante lo que era un chiste particular, pero la becaria se quedó in albis. Aunque fue tan sensata como para desechar la idea que se le ocurrió. Simplemente no era posible, aunque cosas más raras había visto el mundo.
—Vayamos a mi despacho, por favor. Acompáñeme –invitó la concejal.

María pulsó el botón del ascensor para dirigirse a la planta superior. Una vez en él don Faustino fue, nuevamente, incapaz de morderse la lengua.
—Ha sido todo un dispendio instalar un ascensor para subir una planta.
—La legislación vigente para personas de movilidad reducida obliga a actualizar los edificios de la Administración, don Faustino.
—¡Ah!, entonces me callo.

Al llegar a la primera planta se abrió la puerta interior del ascensor.
—¿Sabías que en el instituto tenemos chicos que usan muletas? Pero no tenemos ascensor…

(Continuará…)