—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

El enésimo partido Barça-Madrid (4)

(Lee la entrega anterior)

La habitación era modesta pero estaba decorada con muy buen gusto. Nadie pensaría que bajo aquel techo vivía un jovencísimo futbolista del Rayo, que desde su llegada a la ciudad para jugar de delantero centro había provocado una revolución entre las adolescentes de Mospintoles amantes del fútbol. Alto y de porte espigado pero atlético, sus facciones casi juveniles despertaban pasiones entre las chicas del municipio. Desde el primer momento se había compenetrado muy bien con Piquito, el héroe local, al que todos aclamaban como futbolista mientras que su físico y carisma pasaban muy desapercibidos.

» Piquito cerró la puerta y esbozando una sonrisa de oreja a oreja se fue detrás de las recién llegadas. Sus ojos de lince se regodeaban mirando el trasero de aquellas chicas caídas del cielo.

La noche del partido del clásico de la Liga española Piquito había quedado en acudir a casa de Chili para cenar unas pizzas y ver las evoluciones del Madrid y el Barça. Aunque ambos estaban obligados a seguir una dieta muy estricta fijada por los médicos y nutricionistas del club, un día era un día. Juntos comentarían el partido y el juego de sus ídolos.
—No esperaba este partido. El Madrid está desconocido, sin garra, sin presión. Casi siempre llega tarde a la pelota. Es que ni la huelen…
—Esto pinta mal, mu’ mal –replicó Piquito–. Ellos están haciendo el partido de su vida y nosotros no damos una. Estamos agobiaos por la presión que nos meten. No tenemos coordinación entre las líneas y la defensa está mu’ adelantá.
—No seas exagerao, hombre, pero como sigan así les caen otro par de roscos en la segunda parte porque encima el ataque no les funciona…
—Termina la primera parte, Chili. ¡Qué desastre! Hoy no es la noche del Madrid, está claro… Anda, vamos a tomar algo que estoy que no siento ya las piernas.

Mientras Chili se fue para la cocina a meter en el horno cuatro pizzas que ya tenía preparadas, sonó el timbre de la puerta.
—¿Esperas a alguien?
–preguntó Piquito.
—Abre, es una sorpresa…

El héroe de Mospintoles encaminó sus pasos hacia la puerta. Echó una ojeada por la mirilla y, tras observar con detenimiento, se frotó las manos. Entonces abrió y ante sus ojos aparecieron dos chavalas, hermosas y sonrientes. Antes de que pudiera decirles algo, las chicas se abalanzaron sobre él y le estamparon dos besos en la mejilla. Piquito se quedó cortado y eso que estaba acostumbrado a este tipo de recibimientos. Chili asomó la cabeza por la puerta de la cocina:
—Pasad, chicas, y poneros cómodas. En diez minutos empezamos a comer… ¿Habéis traído la bebida?
—Pues claro, Chili… Nos vamos a poner hasta arriba…

Repuesto de su momentánea sorpresa, Piquito cerró la puerta y esbozando una sonrisa picarona de oreja a oreja se fue detrás de las recién llegadas. Sus ojos de lince se regodeaban mirando el trasero de aquellas chicas caídas del cielo. Estaba seguro que la segunda parte del partido le daría más alegrías que la primera.

(Continuará…)