—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Entrevistas, reuniones y fiestas (2)

(Lee la entrega anterior)

A López le agradó la respuesta tanto como que en la voz de Susana no se percibiera ningún atisbo de emoción. La muchacha parecía discreta, cualidad que siempre era alabada por este hombre emprendedor.
—Muy bien, señorita Crespo. Me tomo esa respuesta como un sí. Está usted trabajando en la emisora como freelance, ¿no es cierto?
—Sí… Allá hacen bromas llamándome becaria, pero si por ello se entiende el trabajo en prácticas, hace tiempo que soy licenciada —Susana no supo por qué añadió esto último, quizá cansada ya de la broma de la becaria, y espero no haber dicho ninguna inconveniencia.

» Susana dio media vuelta y se dirigió a la salida. Le molestó que López no se dignara acompañarla hasta la puerta.

—Entiendo su malestar. En cuanto me sea posible trataré de corregir nuestra relación laboral. El Rayo ahora está pendiente de diversas acciones y no la menos importante pasa por un gabinete de comunicación. Mi idea, si se dan las condiciones necesarias, es que usted forme parte de nuestro organigrama. Me es imposible avanzarle más sin infringir ciertos compromisos por mi parte. Pero me gustaría poder contactar con usted directamente si hemos de volver a concertar una cita.

López se levantó de su sillón dando la entrevista por concluida y Susana hizo lo propio; el industrial le tendió la mano que la joven estrechó con carácter.
—Señorita Crespo, si es tan amable de dejar en la entrada, al guarda de seguridad, su teléfono, le quedaré muy agradecido.
—Por supuesto, señor López.

Susana dio media vuelta y se dirigió a la salida; le molestó que López no se dignara acompañarla hasta la puerta.

Una vez en el pasillo caminó despacio para tener tiempo de ver si era Piquito el joven en aquella estancia. Por el resquicio de la puerta pudo ver al futbolista enfrascado en atormentado frenesí sobre el teclado. No podía estar escribiendo… Todo aquello resultaba muy raro… Recordó las cámaras de seguridad en el pasillo y no queriendo dar que hablar se encaminó hacia el ascensor.

Piquito, ajeno a las miradas subrepticias de Susana, estaba matando marcianos en un juego espacial online, y así continuó por espacio de veinte minutos más, hasta que López llamó a la puerta del despachito.

Fiel al pacto que había hecho con el empresario, el joven se levantó como un resorte a disposición del que ahora era su jefe de facto, pues no estaba muy claro quien era el jefe en el Rayo, donde había tantos que mandaban…

López había dispuesto las cosas para llegar al ayuntamiento con puntualidad británica. Una vez en la planta baja, Basáñez se les unió saliendo por una puerta disimulada en la pared, frente al mostrador del guarda, en la que Piquito no había reparado antes, y portaba un maletín negro con un anagrama que el deportista reconoció como el logotipo de Industrias López&Asociados.

Salieron a la calle, donde un Mercedes blanco les que aguardaba en la acera. El taxista, al verles llegar, bajó del vehículo para abrir la puertezuela trasera. Caminaban en silencio por la pequeña explanada que había delante del edificio, yendo Piquito en el medio de aquellos dos depredadores de las finanzas; y sin saber por qué, se sintió importante.

(Continuará…)