—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Piquito va al cole (2)

(Lee la entrega anterior)

—Aquí tienes, Piquito. Te vendrá bien reponer fuerzas.
—Don Faustino… he’stao a punto de no venir. M’he’ntró un miedo horroroso. Me temblaban las piernas y .
—Lo comprendo, chaval. Tu interés por mejorar esas lagunas a la hora de hablar y de leer demuestra que sabes lo que quieres.

A continuación se preparó para soltarle a Piquito una larga parrafada:

—Un futbolista de fama, de esos que siempre salen en los telediarios como si fuesen más importantes que los mismísimos presidentes del gobierno, tiene que saber hablar lo mejor que pueda, decir cosas originales dentro de lo insulso del discurso futbolero y, sobre todo, demostrar que detrás de ellos hay algo más que dos piernas robustas, una cabeza que remata a puerta y un bolsillo al que le caben decenas de millones. Los deportistas de elite –y yo espero que algún día entres en esa lista– son unos modelos sociales para millones de personas… Creo que fue Gasol el que, en una entrevista, dijo: “Me esfuerzo por ser natural y por transmitir sencillez porque los deportistas somos un ejemplo social y hay que actuar correctamente…”.
—¡Qué difícil me lo pone, don Faustino…!
—Pues es así… y mejor saber que millones de ojos te observan, te imitan, te escudriñan, a creerse uno el rey del mambo y que luego pase lo que les pasa a algunos. Vuestro comportamiento, fuera y dentro de los terrenos de juego, es minuciosamente analizado por los medios de comunicación y por miles y miles de personas en el mundo. Los que practicáis el fútbol, por ser el deporte más popular y el más difundido, no lo tenéis fácil…
Pueh no sé porqué…
—Mira, Piquito. El mundo del deporte está lleno de bocazas. Y el del fútbol se lleva la palma. Acuérdate de que en boca cerrada no entran moscas y que vale más estar calladito si uno no tiene nada original o interesante que decir que abrirla y soltar sólo insensateces o palabras completamente insulsas.
—Pero mucha culpa la tiene la prensa esa… Siempre está pendiente de nosotros, como si fuésemos lo más importante del mundo, y hace unas preguntas la mar de tontas…
—Pues hay que compensarlas con respuestas inteligentes. Por ejemplo: Piquito, ¿cómo te encuentras?
—Bueno…, pues bien…
—¡No! Así estarías cavando tu propia tumba… Debes responder con cierto ingenio, inteligencia, hasta con alguna mentirijilla, pero siempre demostrando que no eres un bobo igual que ellos.
—¿Entós qué quié que diga? Pueh que’stoy bien, porque es verdá

» Tú eres el famoso, el inteligente, el que tiene cosas importantes que decir… Debes hacerte respetar e imponer tu personalidad.

—No, Piquito. ¿Cómo te encuentras? “No acabo de encontrarme del todo porque arrastro un pequeño resfriado…”. O, “no entiendo la pregunta, ¿podría ser más concreto?”. En primer lugar, nunca empieces respondiendo con palabras huecas como “pues…”, “bueno…”. Ve al grano y deja siempre la puerta abierta al periodista para que se tenga que estrujar el cerebro inventándose otra pregunta menos tontorrona que la de antes. Tú eres el famoso, el inteligente, el que tiene cosas importantes que decir… Debes hacerte respetar e imponer tu personalidad. ¿Me vas comprendiendo?
Pueh sí…
—¡Pues no! No comiences las frases con estos latiguillos… Contesta simplemente diciendo: Sí o no…
—Sí, me voy apeando…
—Ya sabes que soy muy crítico con el fútbol, Piquito. Si quitamos todo el montaje escénico, económico, mediático y viajero del fútbol nos queda sólo un juego que, como tal, apenas ha evolucionado desde que hace la tira de años a unos masoquistas ingleses se les ocurrió pegarse patadas jugando con un balón. Las grandes ventajas e inconvenientes del fútbol responden a sólo una causa: su simplicidad más simple. También porque ha conseguido enraizarse con cierto sentimiento nacionalista y de patria chica que es lo que le aporta el plus que no tienen otros deportes más vistosos o los individuales. Por eso mismo, los futbolistas muy inteligentes no lo tienen fácil al practicarlo a nivel de elite. O los echan o se largan ellos mismos, cansados y aburridos.

(Continuará…)