—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Quid pro quo (y 4)

(Lee la entrega anterior)

López no pudo dejar de admirar la entereza y madurez del chaval.
—Supongo que tu familia es muy importante en tu vida.
—No creo qu’hubiera hecho na’ sin mi madre y sin mi abuelo. No me gustaba estudiar. Y he tenío suerte de que se m’ha dao bien el fútbol. Si no, a trabajar. Este verano veré si puedo ayudar en casa. Voy a trabajar repartiendo pizzas con la moto.
—No, no vas a poder —López pegó un respingo.
—¿Y usté cómo sabe que no tengo el carné?
—No lo sabía.
Pueh no le diga na’ al dueño, que no m’ha preguntao.
—No le voy a decir nada al dueño. Pero me temo que no vas a poder trabajar repartiendo pizzas.
–¿Y eso por qué?

» En ese momento sonó el intercomunicador interno. Era una llamada de seguridad, desde recepción.

López sonrió…
—Porque ahora eres oficialmente un jugador profesional. Y el Rayo no va a consentir que andes por ahí con una moto y te nos lesiones si tienes un accidente.
—Tendré cuidao.
—No Piquito. No va a poder ser. Tenemos grandes planes para ti y no vamos a correr el riesgo de que te nos lesiones.
—¿Y quié usted que m’esté to’l verano sin ayudar en casa?

A López se le presentó un dilema. Oficialmente el chaval aún no tenía ficha profesional, y en consecuencia su contrato era el de un aficionado y además un juvenil. No podía impedirle que se buscara un trabajillo en verano para ayudar a la economía doméstica. Los trámites para actualizar su contrato pasaban antes por la conversión en sociedad anónima del Rayo. Pero no estaba dispuesto a correr ningún riesgo con aquella joya en bruto que había salido de su cantera.
—Si quieres puedes trabajar aquí. Te doblo el sueldo que te iban a pagar repartiendo pizzas. O mejor te lo triplico, porque me temo que no será mucho.

A Piquito se le iluminó el rostro.
—¡Hecho! Pero… ¿qué tengo qu’hacer? Yo de oficina no sé ná’. Bueno, sí; si qui’é vengo a limpiar.
—Vendrás aquí por las mañanas a la hora que te venga bien. ¿Te gusta leer?
—A veces leo cómics.
—Pues te traes aquí lectura; estarás en un despacho pequeño donde podrás leer y ver la tele y jugar al ordenador.
—¿Y me va a pagar por no hacer na’?
—No. Te voy a pagar por no repartir pizzas. Pero sí tendrás que hacer algo.
—¿Y el qué?
—Tendrás que venir bien vestido, o tener siempre aquí ese traje que vamos a comprar. Y cuando yo te lo pida, tendrás que acompañarme y dejar de hacer lo que estés haciendo.

En ese momento sonó el intercomunicador interno. Era una llamada de seguridad, desde recepción.

~Dígame, Núñez.

~Señor López, ha llamado Evaristo de Radio Mospintoles. Me ha pedido que le dé un… recado… —la voz del guarda sonó un tanto trémula al final.

~Pues démelo, Núñez —se sorprendió López de lo indirecto que se mostraba el guarda.

~¿Literal, señor López?

~Sí… —dudó López—. Démelo literal…

~Evaristo me ha perdido que le transmita lo siguiente: “dígale al señor López que la chavala que me ha pedido no llegará hasta después de las once”.

López entendió las reticencias de Núñez.

~Este Evaristo tiene nunca tuvo tacto. Bueno, Núñez, en cuanto llegue, hágala subir, a ver si me da tiempo, porque a menos cuarto saldremos para el Ayuntamiento.

Cuando López levantó la vista Piquito tenía una sonrisa maliciosa. Pero prefirió no caer en lo que hubiera sonado a una torpe excusa.