—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Susana quiere saber (y 3)

(Lee la entrega anterior)

—Siento no poder ayudarte, Susana. Sólo recuerdo de Piquito que no era un buen estudiante, pero he dado clase a chavales poco diestros en las tareas intelectuales y luego han sabido ganarse la vida estupendamente. Algunos han llegado a ser promotores de viviendas, autónomos, pequeños profesionales, currantes de todo pelaje y hasta creo recordar que hay uno por ahí que anda de concejal en un pueblo cercano. Muchos se ganan la vida bastante mejor que yo. Y me alegra tanto como me entristece el saber que otros más capacitados y mejor preparados se han perdido por el camino, unos por falta de oportunidades, otros por insensatas equivocaciones y los menos por auténtica mala suerte.
—¿Cómo era en el Instituto? —interrumpió Susana, sin dar su brazo a torcer.

» Mis compañeros de la radio están en contra de que informe sobre ese otro Piquito que usted conoce y que alguna ingenua empieza a intuir.

—No comment.
—Secreto profesional, ¿no?
—Soy una persona bastante caritativa, Susana. Dejémoslo ahí.
—Mis compañeros de la radio están en contra de que informe sobre ese otro Piquito que usted conoce y que alguna ingenua empieza a intuir. Ellos me lo quieren imponer por las bravas y mi viejo profesor lo quiere hacer por caridad cristiana. Todavía no es una gran figura y ya infunde un gran respeto…
—Precisamente por eso, porque todavía no ha llegado a lo máximo es por lo que no tenemos derecho a ensombrecer su porvenir, aunque en esto del fútbol abundan los héroes con un pasado detrás bastante poco edificante. Incluso este hecho les ayuda a enaltecer su currículum…
—Está bien. Siento que no entienda mi propósito. No pretendo poner piedras en la carrera de Piquito, al que idolatro como futbolista. Simplemente deseo conocer su biografía a fondo y ayudar a que sus admiradores aprendan con sus claroscuros. Buscaré en otros lugares y con otras gentes, querido profesor…
—¡Susana! —en esto se oyó la voz del Manolo, ya entretenido con la nueva clientela—. ¡Que dice aquí, el amigo Pepote, que lo de Piquito ya está hecho con el Atlético, que se lo ha contado un primo de su cuñao, que trabaja de recogepelotas en el club colchonero!
—Sácanos de dudas esta noche en tu programa… —dijo don Faustino a Susana, mientras miraba de reojo a Manolo.

Susana echó un último trago, se levantó con cierto orgullo y dirigió una sonrisa a don Faustino.
—Hasta la vista, profe. No me rindo tan fácilmente, así que cualquier día volveré a insistir…

Dio la espalda y encaminó sus pasos hacia el mostrador. Sus caderas se movían con una cadencia tan excitante que hasta el viejo profesor volvió a alegrar la vista. “Señor, señor, lo bien que ha crecido aquella chiquilla y lo mal que lo ha hecho su maestro”.
—¡Faustino! —se oyó de nuevo la voz de Manolo— ¡Susana te ha pagado la consumición! Pero, ¿qué las das, macho, qué las das?