—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

¡Vaya día! (2)

(Lee la entrega anterior)

Matute se dirigió entonces a su despacho. Nada más cerrar la puerta sonó el móvil.

~¿Diga?

~¿Qué pasa, cariño? ¿Cómo van esas mini vacaciones?

~¡Hombre, señora Reina, dichosos los oídos que la escuchan!

~¿Todo bien, amor?

~Todo fenomenal, estupendo, maravilloso… Sin novedad en el frente de Mospintoles. De vacaciones, ya ves… Y por Berlín, ¿qué? ¿Hay mucho tráfico?

~Nos están tratando de maravilla y estamos quedándonos con muchas ideas para aplicar luego en la ciudad.

~Oye, ¿viene o no viene al Rayo ese jugador alemán tan misterioso del que todos hablan pero nadie sabe nada?

» Yo embadurnado en mercromina y la señora viviendo como una reina allá en Berlín. Joder, qué puta vida…

~Eso pregúntaselo a López. Aquí estamos para cosas mucho más serias que esa, maridín…

~¿Y cuándo regresáis de la tournée?

~Hemos alargado un par de días la visita. Aprovecharemos para completar el informe visitando otras ciudades alemanas cercanas. Nos han invitado y no podemos hacerles ese feo…

~Sí, sí… invitado… Cuéntame otra trola más creíble, reina… Bueno, acuérdate de traerme lo que te pedí…

~No se me ha olvidado, cariño. Te llevaré las bufandas de todos los equipos que me pediste. Para que luego digas que no te hago caso… Tengo que dejarte. Vamos a iniciar una visita por la isla de los Museos, donde quizás encontremos más ideas que llevar a la práctica en nuestra querida ciudad.

~¡Pero si no tenemos ni un museo, mujer!

~Pues a nuestro regreso lo mismo damos una sorpresa y montamos uno…

~Cuídate, cariño, que por allí seguro que está lloviendo más que aquí. Dos veces que he ido a Berlín siguiendo al Barça, dos veces que acabé más mojado que una toalla de baño. María… ¿María? ¡Coño, ni María ni pollas! ¡Se ha cortado el puto teléfono! Joder, qué día llevo… Yo embadurnado en mercromina y la señora viviendo como una reina allá en Berlín. Joder, qué puta vida…

—¡Señor Matute, señor Matute, pronto, acuda a la oficina, el Pelucas se ha desmayado! —el Chispas, nervioso perdido, asomaba la nariz por la puerta a medio abrir.
—¡Dios, lo que me faltaba!

Cuando Matute llegó a la oficina todo estaba en calma. Aquello acabó de asustarle definitivamente. Abrió la vieja puerta de cristal y sólo vio al Pelucas, medio atontado pero vivito y coleando. Allí dentro no había nadie más.
—¿Y los demás? —preguntó Matute todo sorprendido.
—Han salido huyendo, señor Matute —replicó aquel hombrecillo, con cara somnolienta e inexpresiva, y que respondía al mote de El Pelucas.
—¿Y a dónde coño han ido, si puede saberse?
—Pues no lo sé, señor. Yo solo sé que no sé nada…
—¡Mira el Aristóteles éste! Algo sabrás, digo yo… porque te has desmayado, ¿o no?
—No sé…
—¡Me cago en la madre que os parió a todos! —Mirando a un sorprendido Chispas— ¿Y tú qué dices, angelito? ¿No se había desmayado el Pelucas? ¿Y dónde han ido a parar el Anselmo y el Rafa? ¿O es que no han venido hoy a trabajar porque el día amaneció algo lluvioso? ¡Habla o aquí va a pasar algo gordo!
—Yo… no sé…
—¿Otro Aristóteles?
—¡Manos arriba!

(Continuará…)