—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

O todo o nada (y 4)

(Lee la entrega anterior)

Jueves, 08:02 h.
Para disipar cualquier tipo de duda López había pasado buena parte de la tarde del miércoles con Felipe Quiñones, el jefe de deportes de El Heraldo, diario que se distribuye en todo el cinturón metropolitano sur de Madrid. Al día siguiente de la lectura del comunicado en Radio Pelota, El Heraldo anunciaba en portada una entrevista a López, a la que se le daba un tratamiento especial en el interior: nada más y nada menos que las dos primeras páginas de la sección deportiva.

» Es curioso cómo los políticos, en cuanto os crecéis, creéis entender de todo lo que antes ignorabais.

En ella López hablaba de la trayectoria del Rayo, y sin pelos en la lengua recordaba a los lectores la dedicación personal y económica que él había tenido con el equipo de la ciudad, ascendiéndolo con paso firme hasta la división de plata del fútbol español. A la conclusión de la entrevista López exhortaba a sus muchachos a un esfuerzo extra al final de la temporada, añadiendo que sabría recompensar convenientemente la consecución de un objetivo que si bien era impensable al inicio de la liga, en estos momentos “y por méritos propios de los jugadores” está al alcance de nuestra mano:

“” Jóvenes guerreros mospintoleños, no desfallezcáis ahora en la lucha porque vuestro pueblo espera de vosotros el máximo sacrificio; sabemos de vuestro compromiso con los colores del Rayo y estaremos junto a vosotros para redoblar vuestro aliento. Adelante, Rayo de Mospintoles.“”

—Es más una arenga político-militar que un discurso deportivo –Sebastián Matute tenía la sana costumbre de desayunarse en su casa en compañía de su bella mujer, que estaba a punto de tomar posesión de la Alcaldía de Mospintoles, y había leído el párrafo en voz alta.

María vertió el café sobre la taza de Sebas mientras miraba a su marido con cara de indiferencia. Estaba empezando a darse cuenta de la capacidad de López para manipular la información pública, sólo comparable a la de ella misma… o quizá superior. No sabía aún si ver a López como un enemigo o como un aliado. Ya habían pasado cinco meses desde el cotillón de año nuevo y era notable que desde aquella noche López había iniciado con ella una lenta pero continua táctica de seducción. Ignoraba aún si el flirteo iba dirigido hacia su persona o hacia la futura alcaldesa. Tonta sería si se dejaba embaucar por un donjuán de tres al cuarto… Antes haría pasar a López, y a todo su aparato corporativo, por algunas necesidades de… partido.

—Este tío se lo está creyendo –prosiguió Sebas sin levantar la vista del periódico y alentado por el silencio de su mujer–. Acabará siendo un caudillo, si no lo es ya…
—¿Qué quieres decir?
—Que Mospintoles es demasiado pequeño para este jeque de las finanzas. Acabará comiéndose al mismísimo Ayuntamiento. Ya puedes andarte con ojo con ese tipo. Tiene mucho carisma pero rara vez va de frente… Siempre guarda algo en la manga para sí. Un tipo de estos es muy peligroso, y si le das la mano luego debes contar tus dedos.
—Y todo eso lo coliges de la lectura de una entrevista en el periódico… Pues a mí me parece que sólo piensa en su equipo… Es un ganador nato. Tiene dinero a su disposición y sabe emplearlo para sacarle provecho. El año que viene, con el Rayo en primera, multiplicará el valor de sus empresas.
—Eso será si sube.
—Ya salió el forofo del Barça.
—No… Ya salió el entendido en fútbol de esta casa. Aunque gane el domingo aún le quedarán tres finales por disputar… y ganar. Pero parece que ahora que vas a ser alcaldesa, ya sin remedio, te ha sido dado entender de fútbol… Es curioso cómo los políticos, en cuanto os crecéis, creéis entender de todo lo que antes ignorabais.

María se levantó con su café con leche y se fue al salón dejando a Sebas solo, sentado a la mesa de la cocina. «…¡Oh!, la cocina no, el office; ahora que ésta va a ser la casa de la alcaldesa no podemos tener cocina como tienen los demás…», pensó Sebas para sus adentros, satisfecho de haber ganado esta escaramuza. Aunque sabía que su campaña de acoso personal a María no iba a dar fruto alguno…

Matute continuó leyendo El Heraldo. Aparecía una columna firmada por Comanche. Ahora, tras su relación con Susana, sabía que éste era el seudónimo de la guapa periodista. Había jurado guardarle el secreto. Pero para decepción de Sebas, Comanche alababa la decisión de López. Era muy curioso que Susana hubiera cometido esta torpeza. La columna de Comanche siempre destilaba tintes críticos, a veces sutiles ironías. Para escribir lo que Sebas estaba leyendo, Susana podría haber firmado con su nombre, y todo el mundo lo hubiera aceptado porque sabían que era la Redactora Jefe de La Nueva Tribuna, el brazo informativo del Rayo… Pero claro, en El Heraldo Susana sólo firmaba con su nombre las noticias que no eran deportivas. Tenía un acuerdo de no escribir del Rayo con su propio nombre… Quizá López la hubiera obligado, el muy marrano, a escribir esa columna… Lo cual indicaría que López se guardaba algo en la chistera… ¿Pero qué…? ¿Y no estaría yendo muy lejos en el terreno de las suposiciones, sólo por una columna de Comanche en la que exponía la gallardía y el arrojo de López llevando la provocación al extremo de alojar al Rayo en la misma ciudad del rival?: “Todo un golpe de efecto para redoblar la presión sobre los rivales, sólo al alcance de un genio”, concluía Comanche… Humm… quizá fuera cierto y sólo él viera fantasmas donde no había más que torpeza o ganas de destacar en la prensa. Sí, eso debía ser. Dado que no era torpe, López había decidido sacar provecho mediático de la situación. Ganara o no ganara el Rayo se iba a hablar del equipo en toda España habida cuenta de lo que era una provocación en toda regla… En eso no se equivocaba Comanche, digo… Susana, digo… Comanche.

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Jueves, 08:30 h.
El periódico, tras ser plegado, cambió de manos. Los jugadores del Rayo, algunos de muy mala gana, subían de uno en uno al autopullman del equipo, que tras un trayecto nunca superior a las tres horas les dejaría en el hotel de destino. En el programa constaba, nada más llegar, una corta sesión matutina de carrera continua, estiramientos y algo de gimnasio a fin de reforzar la musculatura posterior, luego la comida, una pequeña siesta, una charla táctica, el entrenamiento de la tarde, ducha, cena, otra charla de equipo, y a la cama para levantarse al día siguiente a las 07:00 h. y comenzar el día con carrera continua tras un frugal desayuno… Y así hasta la mañana del domingo, todo estaba programado.

Algunos jugadores veían que sus rutinas habituales habían dejado de ser tenidas en cuenta sin ni siquiera interesarse por su opinión, y se preguntaban si este hecho no les generaría más estrés que tranquilad, habida cuenta de que no estaban acostumbrados a concentraciones superiores a medio día… la mañana antes del partido.

(Continúa en el siguiente cuento…)