—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Diálogos (2)

(Lee la entrega anterior)

A VUELTAS CON LA RELIGIÓN

Pedro y Antonio son dos mospintoleños de mediana edad, autónomos pertenecientes al gremio de la chapuza, sea fontanería, electricidad, albañilería o lo que caiga pues de todo dicen entender aunque nada hacen completamente bien. Pese a ello la vida no les ha tratado muy mal pues son trabajadores y honrados, cualidades estas que no abundan mucho en el gremio al que pertenecen. En este momento están en la puerta de la iglesia del Buen Pastor fumándose un pitillo mientras sus esposas echan unos rezos al Cristo del mismo nombre.

» —La iglesia sigue teniendo mucho poder. Fíjate tú que en la Semana Santa es capaz de cerrar calles al tráfico, ocupar la vía pública paseando los tronos, sin pagar un euro, y todo el mundo lo ve tan natural.

—Seguimos la costumbre de nuestros padres, Antonio…
—No te entiendo, compadre.
—Sí, hombre… Cuando era día de misa, ellos se quedaban en la puerta fumándose un paquete de tabaco mientras que nuestras madres escuchaban misa ahí dentro y se ganaban el cielo oyendo a don Francisco, el viejo párroco.
—Aquel que nos molía a coscorrones en la catequesis… ¡Qué mamón el curita!
—Eran otros tiempos, Antonio. Pero tienes razón, seguimos aquel rito familiar: nosotros aquí fuera, charlando de nuestras cosas, mientras que ellas están ahí dentro haciendo como que escuchan al de la sotana.
—A decir verdad ya vamos quedando pocos porque hoy día es que ni dios pisa la iglesia…
—Salvo en Semana Santa, donde no sé qué les pasa a algunos que les entra una fiebre cofrade digna de estudio.
—Bueno… y por aquí la cosa se mantiene modosita pero me ha contado Julián, el padre del niño ese que juega al ajedrez, que por Andalucía la cosa es de no te menees.
—Son tradiciones… pero veo que cada año que pasa las procesiones en Semana Santa van ganando terreno hasta en lugares donde nunca ha habido o se hacían casi a escondidas.
—Es que yo no sé si habrá en ellas mucha cosa religiosa, ya sabes, eso tan raro de la fe y el fervor, pero es innegable que esas procesiones tienen su puntito de espectáculo, de turisteo, casi de fiesta y eso lo agradecen los bares, que se abarrotan de gente, y otros negocios.
—Tienes toda la razón. Ya no hay pueblo de España que no presuma de tener su procesión, su virgencita o su cristo. Oye, ¿y no te parece esto raro cuando la religión se la toma a cachondeo la mayoría del personal?
—Eso te crees tú… Son siglos de catolicismo, de infierno, de sermones y de pecados… Eso no se borra así como así… Ya ves a nuestras mujeres, todos los domingos y días festivos tienen que hacer su visitica a la iglesia para oír los mismos rollos de siempre y al cínico de don Rosendo.
—¡Menudo pájaro!
—Pues tiene más dinero que tú y yo juntos con tanto pluriempleo como hace. Menos mal que nosotros nos salimos a tiempo de todo esto de la religión.
—Pues los tiempos no están para estas heroicidades. Ya ves cómo se las gastan los islamistas. Y es que en todas las religiones cuecen habas, Antonio.
—Sí, al menos la católica se ha vuelto más modosita en los últimos tiempos, pero no están muy lejanos aquellos en que trataba al personal con la punta del zapato. A los que no eran de su cuerda…
—Pues yo lo tengo claro. Ni aunque me esté muriendo llamo a un cura para que me dé la… ¿cómo se llamaba eso?
—La extremaunción…
—Joder, qué palabrota. Lo dicho, que no quiero ver un cura ni a un kilómetro a la redonda.
—La iglesia sigue teniendo mucho poder. Fíjate tú que en la Semana Santa es capaz de cerrar calles al tráfico, ocupar la vía pública paseando los tronos, sin pagar un euro, y todo el mundo lo ve tan natural. Ponte tú ahora a cortar el tráfico por cualquier cosa y verás la que te cae encima.
—Tendría que pagar al Ayuntamiento por toda esa movida.
—También lo tendrían que hacer los equipos de fútbol, como es el caso del Rayo. Por su culpa, los días que hay partido se cortan las calles adyacentes y tengo que dar un gran rodeo para regresar a casa. El negocio es del señorito López pero muchos ciudadanos pagamos las consecuencias.
—A mí me parece que el fútbol es la nueva religión de los últimos tiempos.
—Y los futbolistas son los curas.
—Y los entrenadores, los obispos.
—Jo, jo… qué bueno. Estamos ingeniosillos esta mañana… Chist… silencio que alguien sale…

La figura del recién llegado, una vez que traspasó la puerta lateral de la iglesia, era bien conocida por Pedro y Antonio.
—¡Mira qué parejita hay aquí!
—Hombre, don Rosendo, ¿qué tal está usted?
—Enfadado. Vuestras mujeres ahí dentro demostrando su amor al Señor y vosotros aquí charloteando con un cigarro en la boca.
—Es que somos muy adictos al tabaco y en la iglesia no se puede fumar, don Rosendo.
—Ya os veo, ya…
—Ni siquiera cigarrillos de incienso…
—Preferir la nicotina a la mirada de Dios es imperdonable. Os hablo en serio… ¿Qué os cuesta acompañar a vuestras benditas esposas ese ratito que visitan a nuestro Señor, escuchar su palabra y salir luego reconfortados con su aliento divino?
—Es que después de misa nos vamos a la marisquería y nos ponemos morados de gambas…
—¿Y qué coño tienen que ver las gambas con el aliento divino?
—No se enfade, don Rosendo… Lo que mi compadre ha querido decir es que le sabe mal lo del marisco después del perdón de los pecados, pero le prometemos que el próximo día intentaremos acompañar a nuestras mujeres.
—Sí, padre, lo intentaremos…
—Pues si lo lográis seré yo quien os invitará ese día a un buen plato de gambas. Por cierto, ¿a qué marisquería vais?

[Continuará…]