—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

El dichoso fútbol: monólogo (y 5)

(Lee la entrega anterior)

Esto es muy serio, ñoras y ñores. Reclamo que haya unos horarios en los medios de comunicación donde sepa que no me van a hablar –a traición- del puñetero fútbol. Solicito a la autoridad rincones especiales en los bares donde mis retinas y tímpanos no puedan sean taladrados por imágenes o sonidos con pelota al fondo o con unos tipos vestidos con una camiseta de Qatar o de una multinacional. Exijo una paga extra para los que nos negamos a empacharnos de las majaderías futbolísticas que se dicen en la oficina, el taller, el bar o en cualquier parte. Y la solución no es, como me dijo un día un pobre memo: pues lárgate a otro país. Pensándolo bien, a dónde voy a ir si esta histeria es colectiva, multicultural y multinacional, si están igual de embobados por el fútbol en Camerún que en Honduras, en Inglaterra que en Portugal.

» Pues yo te aviso: el día menos pensado me largo con otro, con uno al que no le guste el fútbol y tararí que te vi, majadero…

A Marte tendrían que enviarnos a algunos por una temporada para evitar que nos volvamos locos de remate tras soportar hora a hora, minuto a minuto el goteo de noticias, chascarrillos, tonterías, goles, partidos y todo lo que se les ocurra contar a la minoría futbolófila. Y es que, digámoslo más claro que el agüita clara, el fútbol es un circo protegido por los políticos, que lo usan para tapar y cubrir otros problemas mucho más graves. Pero no hablemos de esta gente porque entonces me indigno, me pongo nervioso y ya no doy pie con bola. Hablemos, finalmente, de algunos problemas más domésticos que crea tanto fútbol y tanta leche.

Ya saben que hay fútbol a todas horas y todos los días. Liga los sábados, domingos y lunes. Champions o Copa los martes y miércoles. Alguna cosilla de la UEFA el jueves y vuelta a empezar. Los muy futboleros, además, no se contentan, no, con ver los partidos del país. También ven las otras ligas y competiciones, como la inglesa, alemana, italiana… La tira… Muchos, yo tengo un vecino que le pasa eso, ya no saben en qué día ni competición viven. ¿No se estará matando la gallina de los huevos de oro con tanto abuso? Porque, además, tanto ver la pelotita acaba pasando factura…

—Doctor, estoy muy mal. No duermo, no como, ando siempre distraído… Mire a donde mire siempre veo pelotas volando…
—Le aconsejo que se olvide del puto fútbol y se pase al ajedrez, que es un deporte tranquilito y que nunca retransmiten por televisión ni por radio. Usted padece el síndrome de la futbolitis y eso sólo se cura con reposo audiovisual. Lo único que le está permitido es ver la gachí de la contraportada del diario AS. Dos semanas con los ojos y la mente en blanco y como nuevo, oiga…

Es grave que mucho personal sólo vea pelotas por doquier, con lo atrofiante que eso es para el cerebrín. Aunque más grave aún es que la convivencia familiar se resienta…

—¿Otra vez con el dichoso fútbol, majo? ¿Y yo cuándo puedo ver una película?
—Mujer, si es que juega el Chelsea con Torres a la cabeza…
—¡Es el colmo! ¿No sólo te tragas los partidos de los equipos españoles sino que también ahora ves a los malditos ingleses?
—Si ya sabes que mi única distracción y entretenimiento es ver fútbol…
—Pues, rico, deberías verme más a mí que a esos tíos, que un día de estos me voy a poner aquí en pelota picada, delante de tus narices, y ni siquiera vas a ser capaz de echarme una miradita… Pues yo te aviso: el día menos pensado me largo con otro, con uno al que no le guste el fútbol y tararí que te vi, majadero…

Y si las relaciones familiares y hasta íntimas corren peligro, no digamos las otras.

—Llevas tres semanas sin venir a casa de tus padres. Parece que nos hubiéramos muerto. ¿Es que estás muy ocupado con la cosa del trabajo, hijo?
—Bueno… madre… es que la temporada está llegando a su punto más interesante… y la carne, ya se sabe, es débil…
—La carne se llama fútbol, ¿no? Yo no sé qué demonios le ves a esa tontada…
-Pues somos millones de personas en el mundo… Es una manera amable de distraerse de las preocupaciones, del trabajo…
—…Sí, y de olvidarse de la mujer, de los hijos, de los padres y de todo quisque… ¿Es que acaso no tenemos aquí televisión para que, al tiempo que nos haces una visitica, puedas ver el dichoso partido?

¿Cuántos divorcios y enemistades, cuántos despidos laborales o faltas al trabajo son achacables al maldito fútbol? A ver si hay alguien valiente que hace un completo estudio sobre todo esto. Ya sabe dónde me tiene por si quiere tener una visión cómica del asunto. Buenas noches y que ustedes lo bailen bien».

P.D. Juanillo Trolas, a la salida de la discoteca tras su febril actuación, fue linchado por tres energúmenos, amparados por la escasa luz (hay que ahorrar, dicen en el Ayuntamiento) y la nula vergüenza. Estuvieron dándole patadas como si fuese una pelota de fútbol, por lo que Juanillo dedujo poco después -ya en el hospital- que aquella pandilla de cafres eran hinchas futboleros bastante cabreados por el monólogo que había pronunciado minutos antes en la discoteca. No le dolían las contusiones ni la costilla rota. Estaba anímicamente hundido porque el siguiente domingo no podría asistir en primera fila al partido liguero Madrid-Barca en el Santiago Bernabéu. Sería el primer encuentro de la máxima rivalidad que se perdería en los últimos cinco años. Aquella noche lloró como si le hubieran matado el alma.