—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Real como la vida misma (2)

(Lee la entrega anterior)

»Torcual Fuente es un gran aficionado al fútbol, y tiene un hijo que juega en Segunda B. Torcual quiere que su hijo triunfe allí donde él fracasó y por eso el chaval, que tendrá ya veintisiete castañas, no ha pegado un palo al agua en su vida. Aún alientan ambos la ilusión de que un día suene la flauta y le llame un segunda para dar el salto a primera división».

Llegados a este punto del relato, Basáñez comenzó a temerse que Núñez le pidiera una oportunidad para el hijo de Torcual en el Rayo, pero supo guardarse sus sospechas.

» Me levanto, pues, a ver qué está ocurriendo cuando de repente ella se da cuenta y me da una voz: “Corre, no vaya a estar la viejita en el chabolo y no pueda salir”.

Por su parte, Núñez prosiguió sin advertir el cambio que se produjo en el semblante del factótum de la compañía, pues aún tenía la vista fijada fuera de este mundo.

—Torcual Fuente no se pierde un partido de su hijo, y viaja con el equipo allá donde se juegue un partido de liga. A veces se lleva a su mujer, que hace turismo en la ciudad de turno. Su esperanza es que el equipo de su hijo suba a segunda, pero sabe usted por experiencia propia que no es cosa fácil. La otra ilusión es que por esos campos de dios alguien se fije en el chaval, cada vez menos joven, y le encuentre acomodo en la ansiada segunda división. Pero el tiempo pasa inexorable y aún están por deshojar la margarita.

»Estos son los antecedentes, cuando ayer domingo estaba yo con mi hijo el pequeño buscando información en Internet de un juego con el que nos recreamos ambos cuando veo por la ventana de la estancia que en una finca colindante con la de Torcual han prendido fuego. La finca está toda llena de broza y maleza y entiendo que alguien ha cometido la torpeza de prenderle fuego para limpiarla. En estas fechas aún no está vigente la prohibición de hacer fuego sin autorización, pero la verdad es que arrastramos una sequía que empieza a ser preocupante, más que nada porque no es tiempo de seca.

»Viendo que las llamas cogen aire avisé a mi mujer para que cerrara las ventanas de la planta alta a fin de evitar que nos entrara el humo, y ella, desde una de ellas me avisa de que allí no debe de haber nadie, pues el cobertizo de Torcual Fuente, hecho con maderas secas y plásticos, se ha prendido.

»Me levanto, pues, a ver qué está ocurriendo cuando de repente ella se da cuenta y me da una voz: “Corre, no vaya a estar la viejita en el chabolo y no pueda salir”. Sin parar a pensarlo bajo y salgo de casa y es cuando me doy cuenta de que estoy descalzo y de que sólo visto unas bermudas. Entro en casa y me calzo unos náuticos, que es lo primero que encontré por habérmelos puesto el día anterior, y salgo corriendo como un gamo a todo lo que puedo.

[Continuará…]