—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Real como la vida misma (y 5)

(Lee la entrega anterior)

»Fuimos a comprobar los daños en el chabolo de plástico y madera de Torcual y éste, todo apurado, nos dice que se va, que tiene prisa, que tiene que ir a ver jugar a su hijo, que ya llega tarde. Y dicho y hecho, dio media vuelta y se fue, sin ni siquiera comprobar el alcance de los daños en su caseta. De la que se va le digo que al menos me diga cómo se enciende la motobomba de agua, por si aquello se reaviva, a lo cual, un poco fastidiado por la pérdida de tiempo que ello le causaba, se vuelve, me lo explica en un pispás, y dando media vuelta se va diciendo que no nos preocupemos de cerrar que por el camino viene su suegra».

» Lo que más me molesta […] es que he estropeado mis náuticos por salir en defensa de la propiedad de un tercero cuando éste ni siquiera la valora.

Núñez hizo un silencio… Tomó aire como resignado, y miró a su interlocutor. Basáñez estaba callado, mirándole a la cara, como queriendo averiguar si Núñez le tenía algo más que contar. Viendo que el guarda había finalizado su relato, el empresario, ante el insistente silencio de Núñez, quedó también meditabundo.
—¿Qué le parece mi historia, señor Basáñez?
—Pues no sé qué quiere que le diga, Núñez. Hay gente poco agradecida…
—No es eso, señor Basáñez –cortó el guarda–. No es eso lo que me tiene pensativo. Lo que más me… “molesta”… es que este tipo dio más prioridad al partido de su hijo que a su propiedad, por no hablar de nuestro gesto de buena voluntad. No espero palabras de agradecimiento, ningún obsequio, ni muestras de gratitud… No las buscaba cuando salí de casa descalzo y hube de volver a por los zapatos. Lo que más me molesta, si he de serle sincero, es que he estropeado mis náuticos por salir en defensa de la propiedad de un tercero cuando éste ni siquiera la valora. De haber sido menos acelerado me hubiera acordado de que en el garaje tenía unas botas viejas que me hubieran defendido mejor en aquel suelo ardiente…

Basáñez estaban algo incómodo. No había manera de darle un final a la historia de Núñez. Los interrogantes del guarda no tenían contestación.
—¿Y qué va a hacer cuando vuelva a encontrarse con Torcual?
—Si le digo la verdad, no me siento enfadado con él. Es su vida, y sólo creo que tiene equivocado el orden de sus preferencias. Ahora sí… esto me ha de servir de lección. Tendré que aprender a hacer como el vecino que llamó a Torcual pero se limitó a ver nuestras labores desde el porche de su casa. Y aprender a resignarme ante las desdichas ajenas.
—No olvide, Núñez, que usted corrió en socorro de una persona, no en socorro de una chabola con conejos.

Núñez se rascó detrás de la oreja:
—Sí, ya, ya…