—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Si no me lo concedes, no te los desato (3)

(Lee la entrega anterior)

El entrenamiento había sido dirigido por Jonás, el capitán del equipo, avisado a medio día de la destitución del míster. Cuando los jugadores vieron a Metzger caminando junto a la grada abandonaron el partidillo final y se acercaron a saludarle. Piquito se quedó atrás, gesto que a Metzger no le pasó desapercibido. Los apretones de manos fueron cordiales. Después de todo Uwe Metzger no había matado a nadie. Sólo fue un asunto de dinero con la Hacienda alemana. O al menos esa era la versión oficial.
—¿Qué tal por la cárcel, Metzger? –éste fue el saludo de Piquito, en voz alta, desde la parte de atrás del corro que le hicieron los compañeros.
—¡Ah…! No muy bien, Piquito, no muy bien. Metzger no te rrrecomienda que quierras prrrobarrr…

» —¡Piquito! –le llamó López alzando la voz cuando el chaval se dio la vuelta y comenzó a tontear con un balón–, ¡por favor, escucha! […]

El grupo rió la respuesta de Metzger, pero el capitán amonestó en público a Piquito.
—No creo que esa sea una buena forma de recibir a un compañero, Pico. Luego en la intimidad podrás preguntarle lo que quieras.
—Tendrá que irse acostumbrando… Le abrasarán a preguntas en la primera rueda de prensa que le toque dar –se justificó el chaval a la vez que se encogía de hombros.
—No permitiremos que se toque ese tema mañana –López fue tajante–. En la rueda de prensa el único tema será la presentación del nuevo entrenador.
—¿Ya tenemos míster, López? –quiso saber el capitán en nombre de todos.
—Ya tenemos entrenador, señores. Y ese es el motivo de nuestra visita a estos campos de entrenamiento cada día más abandonados. Espero que eso también empiece a cambiar a partir de mañana. Pero hoy he venido a presentarles a su nuevo entrenador, en la confianza de que sabrán ustedes guardar el secreto a fin de que no haya ninguna filtración hasta la rueda de prensa.
—¿Y quién va a ser? –preguntó el portero titular y segundo capitán.
—Antes quiero que sepan que ha sido idea de su nuevo entrenador venir hoy al entrenamiento para presentarse, y que no durmieran ustedes sin saber que el Consejo de Dirección del Rayo ya ha tomado una decisión.
—¿Pero dónde está? –quiso saber otro de los jugadores.
—Lo tienen ustedes delante, el señor Uwe Metzger…

Se hizo el silencio y Metzger aprovechó para mirar a la cara a cada uno de ellos, esperando ver sus reacciones. Todos quedaron estupefactos, y Metzger quiso aprovechar para tomar la palabra, pero Piquito se adelantó.
—Es lo que nos faltaba, sumar otro despropósito. Ningún equipo serio tiene un jugador-entrenador.
—La verrrdad es que no hay ficha de jugadorrr parra mí, Piquito. Y el equipo no tiene entrrrenadorrr, y Metzger tiene título. Sólo serrá un parrr de semanas… Hasta que encuentrrren otrrro entrrrenadorrr, ¿ja?
—No creo que tengamos ningún problema, Metzger –habló Jonás por todo el grupo–. Sabes que somos profesionales y necesitamos alguien que dirija el equipo. Te deseo toda la suerte del mundo, míster, que será la que tengamos nosotros –y le tendió la mano, que Metzger estrechó de buena gana. El gesto fue seguido por el aplauso del resto del equipo y algún que otro pito. Excepto Piquito, que quedó a la zaga del corro y evitó felicitar a Metzger.

Para López la actitud del chaval tampoco pasó desapercibida en este momento. Conocía el solapamiento de roles que se iba a dar en la relación de ambos, pero tal y como había dicho el capitán, aquel era un grupo de profesionales en busca de un timonel.
—¡Piquito! –le llamó López alzando la voz cuando el chaval se dio la vuelta y comenzó a tontear con un balón–, ¡por favor, escucha! Todos esperamos de ti que te comportes como el profesional que eres. Aunque seas aún muy joven, todos deseamos que en estos momentos muestres la madurez que nos has demostrado en tantas ocasiones en el campo.

[Continuará…]