—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Histeria de Expaña (y 4)

(Lee la entrega anterior)

El profe hizo una pausa como para recordar, pero no precisaba hacer esfuerzo alguno para rememorar dada la inmediatez en el tiempo de cuanto había ocurrido.
—Mientras en España se abolía el Senado habida cuenta de su ineficacia como representación territorial de las autonomías, Galicia se proclamaba independiente con el apoyo de Asturias, y trataban de apuntarse al carro del nuevo estado emergente al norte de España. La Rioja ya había solicitado su anexión al neoestado con el que hoy en día limita Francia por el sur, y en menos de un mes el gobierno de las Islas Baleares y el del País Valenciano optaron por integrarse en este país de nuevo cuño, al sentirse hermanados con el lado catalán. Quedaba pues un escollo para que las nueve autonomías, de las cuales cuatro eran uniprovinciales, estuvieran unidas geográficamente.

» […] Queda por decidir qué ocurrirá con las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla […]

Nueva pausa efectista del profesor.
—A España le quedaba la salida al mar que siempre tuvo Castilla, por la provincia de Santander, denominada Cantabria desde la consolidación del estado de las autonomías, comunidad igualmente uniprovincial. Las negociaciones fueron arduas, y a la vista del voraz ritmo con el que el nuevo estado había ido ensanchando sus fronteras, se antojaba que los acuerdos habían entrado en un punto muerto. El gobierno español forzaba sus máquinas para impedir que Cantabria cayese, pero fue precisamente eso, las veladas amenazas, las que llevaron al pueblo cántabro a entender que su futuro estaba al margen de las maquinaciones que tenían lugar en el parlamento de Madrid.

Don Faustino calló por un momento, meditando si todo aquello que decía tenía sentido.
—Finalmente España perdió sus playas en el Mar Cantábrico. Es significativo que de las diez autonomías que se han independizado, justo la mitad eran uniprovinciales, hasta el punto de que hay quien señala que ese fue precisamente un factor determinante en la ola de anexiones que catalanes y vascos obtuvieron en tan corto espacio de tiempo. Como todos sabéis, en estos momentos la Región de Murcia, otra comunidad uniprovincial, y la provincia de León, han solicitado su anexión al nuevo estado, el cual está en trance de obtener, en lo que será un tiempo récord, su inclusión en la Unión Europea. En estos días, las Islas Canarias están negociando su independencia al margen del nuevo estado constituido, que, dicho sea de paso, de momento bloquea el comercio fluido de España con el resto de Europa, en tanto en cuanto no se concrete el dichoso aval español a su inclusión europeísta. Debo apuntaros como dato curioso que el idioma oficial del nuevo estado es el castellano, a pesar (o quizá por ello), de que en la franja norte-este que aísla y limita España por tierra y por mar se concentraban todas las otrora llamadas lenguas cooficiales. Queda por decidir qué ocurrirá con las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, mientras vemos que ha surgido con intensidad en nuestro espectro político regional una fuerza popular que pide la independencia de nuestra Comunidad de Madrid. Como todos sabéis, soy miembro activo del nuevo partido que exige con justicia y contundencia la independencia de Madrid del resto de España.

Llegados a este punto don Faustino se despertó bañado en un sudor envolvente y arrullador, sediento y cansado, con las piernas doloridas como si hubiera ascendido una empinada montaña. Se levantó maquinalmente; quedaba una hora para que sonara el despertador y se preparó el zumo de naranjas con un limón exprimido que era su desayuno. Mientras se sentaba a la mesa de la cocina, abrigado con su nueva bata, regalo de navidad de su asistenta marroquí Fátima, repasaba de forma vívida las recientes imágenes que se agolpaban en su cerebro. Horas después, cuando relató su odisea pedagógica a Manolo, no supo definir si su magistral clase onírica fue un sueño grato o una plúmbea pesadilla, y fue incapaz de reprimir una maquiavélica y sardónica sonrisa. Manolo se limitó a menear la cabeza como lo hacían esos odiosos perritos que en un tiempo pasado poblaban las bandejas traseras de los automóviles.