—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

El central que surgió del frío (1)

versión
completa

Piquito había empezado a caminar con muletas, aunque no le permitían hacer grandes esfuerzos. La tremenda entrada recibida no sólo se saldó con la rotura del peroné, sino que se complicó con un importante desgarro muscular.

En un equipo deportivo profesional las lesiones se abordan desde planteamientos de eficacia aplicada al rendimiento deportivo y a la economía del equipo. No estaba el hueso soldado por completo y ya había comenzado el tratamiento rehabilitador preventivo a fin de evitar retrasos indeseados en la ulterior readaptación a las exigencias del entrenamiento.

» La dieta de Piquito también había sido modificada ahora que su organismo consumiría menos calorías […]

Mientras Piquito estuviera en el dique seco le estaba costando dinero al Rayo. Les costaba más dinero del que tenían que emplear en recuperar al profesional. La jornada de Piquito en estas primeras semanas de la lesión se basaba en alternar el reposo absoluto con actividad programada. Por la mañana le llevaban a la clínica privada donde un prestigioso doctor y su equipo supervisaban diariamente la evolución del chaval. Nada se dejaba al azar. Por la tarde no salía de casa.

Piquito vivía aún con su madre en un tercero sin ascensor y el Rayo no podía arriesgarse a que el chaval cayera rodando por las escaleras. Así que López comisionó a dos guardas de seguridad de una de sus empresas para que por las mañanas bajaran al futuro crack y lo llevaran a la clínica en una amplia ambulancia que pagaban. Acabada la rehabilitación habían de subirlo a su casa. Todo se llevaba a cabo de la forma más profesional. Piquito era bajado en camilla, a la que iba atado para evitar cualquier desgraciada contingencia. Los guardas se llevaban la camilla en la furgoneta todos los días.

López, con buen criterio, y conocedor del carácter inquieto del muchacho, había decidido personalmente que dejar la camilla en casa del chaval era una invitación a que sus amigos se decidieran a darle una vuelta por el barrio en cualquier tarde de las muchas que iba a pasar consumido por el tedio. Ya le había costado que vendiera el ciclomotor que utilizaba para desplazarse por Mospintoles, lo que sólo consiguió cuando alguien —pagado secretamente por el empresario— le hizo una oferta a Piquito muy por encima del valor real del ciclomotor. Para sus desplazamientos, y puesto que aún no tenía carné de conducir, Piquito había estado utilizando un taxi.

Cuando el jugador llegaba a la clínica se le retiraba la escayola para comenzar la terapia rehabilitadora: masaje, ondas, calor, inmersión en una sustancia viscosa reconstituyente que fortalecía los tejidos, movilización, estiramientos, otra vez masaje y vuelta a escayolarle para inmovilizar la zona afectada. Diariamente le retiraban la escayola y le colocaban una nueva.

Pasados los primeros días de la lesión, los guardas le llevaban al gimnasio del Complejo Deportivo Mospintoles-2, donde la entidad deportiva mantenía un convenio para utilizar ese equipamiento. A cambio de libertad para utilizar a cualquier hora el gimnasio por parte de los jugadores, un gimnasio que estaba perfectamente dotado —muchas de sus máquinas habían sido adquiridas por el Rayo— el club proveía de un entrenador para el público durante el horario de mañana que le salía gratuito al ayuntamiento. Este entrenador se dedicaba a programar y supervisar los entrenamientos de fortalecimiento de los jugadores, pero hacía otro tanto con los usuarios que acudieran en horario de mañana.

Muchos se preguntarán que cómo sometían al lesionado a un régimen de gimnasio. Hay que decir que en las primeras semanas el entrenamiento se limitó a estiramientos generales para no perder el hábito del ejercicio, pero una vez que la rotura comenzó a soldarse —se le hacían pruebas cada dos o tres días con los mejores aparatos médicos para diagnosticar el alcance de la recuperación—, Piquito tenía que realizar ejercicios abdominales y de otra índole. Un profesional no puede estar parado completamente durante los tres o cuatro meses que podía durar la recuperación de la rotura, pues durante esa inactividad estaría perdiendo su forma física y posiblemente cargándose de kilos. Mucho antes de que pudiera pisar el césped de nuevo Piquito habría vuelto a entrenar la resistencia cardiovascular utilizando una especie de bicicleta estática horizontal: se tumbaría en la máquina, quedando las piernas por encima del cuerpo para evitar cualquier sobrecarga innecesaria sobre el punto de rotura del hueso.

La dieta de Piquito también había sido modificada ahora que su organismo consumiría menos calorías para evitar el sobrepeso por las largas horas de inactividad de la tarde. Se completaba el entrenamiento matutino, todo supervisado por los mejores profesionales a disposición del club de fútbol profesional, con ejercicios de pesas para seguir fortaleciendo otras zonas diferentes a la afectada: brazos, cuello, pecho, espalda… La pierna sana Piquito apenas la ejercitaba para evitar una gran descompensación con la lesionada; solamente estiramientos y algo de cuádriceps y otro poco de bíceps femoral para tonificar esos músculos y evitar que comenzaran una lenta e imperceptible atrofia.

(Continuará…)