—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

La llamada de la selección (1)

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La noticia corrió como un reguero de pólvora por Mospintoles. Después de todo, y a pesar de sus casi sesenta mil habitantes, nuestra pequeña ciudad viene a ser tan grande como uno de los distritos de Madrid, la megaurbe a la que el municipio está casi anejado.

La selección nacional sub-19 de la federación española de fútbol había convocado a Piquito, el héroe local, para el minitorneo de clasificación para el Campeonato de Europa 2011, que organiza la UEFA a expensas del dinero que los equipos profesionales invierten en crear o comprar, y promocionar a sus jugadores. O al menos así pensaba López, el presidente del Rayo de Mospintoles, que invertía su dinero para la buena marcha del equipo.

» Uno de los asesores de imagen de las empresas de López había estado trabajando con el chaval a fin de mejorar su imagen, y con ello, supuestamente, elevar su caché.

Piquito pasaría a formar parte de aquellos ases que el público vería por la tele. Su debut en la segunda división profesional del fútbol español no había pasado desapercibida para el seleccionador nacional de la categoría.

Mientras el chaval jugó en segunda B los técnicos federativos no se ocuparon de él. Los sub-19 sólo eran ojeados si militaban en los equipos de primera o sus filiales, o si jugaban en segunda A. En el caso de Piquito, que se había echado el equipo a la espalda y estaba realizando una campaña más que brillante, la noticia era esperada, aunque no por ello dejó de ser acogida con júbilo en Mospintoles.

Con celeridad, pero sin precipitación, en esa misma mañana se organizó una rueda de prensa con Piquito como protagonista. En la sociedad anónima deportiva en que se había transformado el Rayo de Mospintoles ya sabían lo que Piquito podía dar de sí con un micrófono delante. Uno de los asesores de imagen de las empresas de López había estado trabajando con el chaval a fin de mejorar su imagen, y con ello, supuestamente, elevar su caché. Pero en lugar de trabajar sólidamente comenzando por los principios se había centrado en liarle con ideas sueltas y generales sobre el comportamiento modélico ante la prensa. (Era don Faustino quien seguía procurando que el chaval tuviera una buena base sobre la que asentar tan mala cabeza, al menos en lo que a cultura se refiere).

Pero la buena nueva había llegado incluso antes de lo que esperaban, así que Piquito no estaba preparado… o al menos no a gusto del asesor de imagen, porque el chaval no acababa de centrarse con todos aquellos apuntes y aforismos soltados inconexamente dos veces por semana.

Piquito compareció ante los medios de comunicación vestido de traje. Después de todo era un deportista, y todos lucen una inmejorable percha. Pero por mucho que avancen las ciencias y la tecnología sigue siendo válido el viejo adagio: el hábito no hace al monje. Y Piquito iba a demostrar, una vez más, que las prisas no son buenas consejeras.

(Continuará…)