—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

El que con niños se acuesta… (1)

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Los campos de entrenamiento de las categorías menores del Rayo de Mospintoles están siempre muy concurridos. Padres y abuelos y tíos y primos sobre todo, pero también muchas jovencitas ahora que Piquito acude con regularidad a colaborar con los entrenadores en sus tareas.

El joven campeón enseguida empatizó con los técnicos de todo aquel tinglado: alevines, infantiles y cadetes, incluso juveniles… El Rayo se ha ido haciendo cargo del fútbol base en Mospintoles, nuestra pequeña ciudad del cinturón metropolitano sur de Madrid.

» El pequeño diamante podía volar en cuanto cualquiera de los grandes fuera advertido –y Miguelito destacaba de verdad–, por lo que el cuerpo técnico había llamado la atención de la directiva.

El club, ahora sociedad anónima deportiva por imperativo legal, poco a poco fue absorbiendo el trabajo de base de los otros dos clubes de fútbol locales gracias a la popularidad adquirida, fruto de los excelentes resultados deportivos, hasta fagocitar los equipos de base de ambas entidades que militan en la categoría regional, cosa que aceptaron de mala gana al principio, aunque pronto se dieron cuenta de las ventajas que ello reporta.

El Rayo ofreció al ayuntamiento un convenio justo por hacerse cargo del fútbol base de la ciudad, permitiendo que los otros dos equipos disfrutasen de las ventajas que conlleva ejercitarse en los mismos campos de entrenamiento de la entidad profesional que preside López. El empresario, hábil como nadie en el mundo asociativo del fútbol, también estableció convenios con ambos clubes.

En definitiva, todos salieron ganando. El Ayuntamiento vio alejarse las estériles disputas por un quítame allá esas pajas entre los clubes de Mospintoles en las que estaba obligado a mediar como propietario y anfitrión. El Rayo obtuvo derechos y ventajas que eran justas a cambio de asumir el papel de hermano mayor –y pudiente– capaz de tomar decisiones; y los otros dos clubes, rivales en lo deportivo, dieron por concluida la época en que las penurias económicas y la dejadez del Ayuntamiento mantenían aquellas instalaciones en permanente estado de abandono, e incluso pueden disfrutar de buena parte de los equipamientos que adquiere el Rayo para el adiestramiento de sus profesionales.

Así están las cosas desde hace no tantos años; desde que el Rayo ascendió a Segunda B y Piquito comenzó a destacar como cadete. Meses atrás, lesionado pero en fase de recuperación acelerada, recibió la llamada personal de López para que acudiera todas las tardes a prestar ayuda y colaboración al plantel técnico de los equipos de base.

La idea de López fue ocupar el tiempo ocioso de Piquito. El chaval, al final del periodo de rehabilitación y aún sin poderse entrenar con su equipo, disponía de mucho tiempo libre por las tardes. Así que López discurrió ocuparle esas horas para evitar las más que seguras correrías de Piquito con sus colegas del barrio.

El joven as mospintoleño no tardó en encontrar su sitio en este entramado, siendo aceptado de inmediato por chiquillos y mayores. Su compromiso fue a más hasta el punto de que para cuando comenzó a ejercitarse con el equipo profesional en horario matutino y vespertino no abandonó su dedicación (no remunerada) en los campos de entrenamiento con los niños.

Aquí ha ido aprendiendo los trucos del oficio de entrenador de base, que no tienen mucho que ver con los del entrenador de elite. Ha aprendido a tratar con los chiquillos como responsable de un grupo, a programar rutinas, a diseñar entrenamientos específicos, a planificar los partidos…

Se había proyectado la reaparición de Piquito para el domingo de resurrección, partido a disputar en casa, a fin de no apurar su recuperación. Ahora que pronto volvería a jugar, trataba de organizar su tiempo para no fallar con su equipo ni con los infantiles, categoría a la que finalmente fue asignado.

Aquí Piquito conoció y sintonizó con Miguelito. Ambos tienen mucho en común. Miguelito es un alevín de segundo año, pero fue promocionado al primer equipo infantil al comienzo de la temporada a fin de mantener su evolución, y el crío se ha adaptado a la categoría. Lo mismo le ocurrió a Piquito no hace tantos años.

Miguelito sólo tiene ojos para Piquito. No se ha perdido ningún partido del ídolo local desde que el Rayo ascendiera. Y cuando Piquito fue asignado a su equipo, el niño vio en él más a un amigo que a alguien a quien idolatrar. Piquito por su parte ha sido siempre muy niñero, por lo que ambos simpatizaron de inmediato, haciéndose cómplices en el campo de juego.

Cuanto Piquito demostraba una acción del juego –cuando ya tuvo permiso del galeno del equipo para tocar el balón–, Miguelito lo imitaba e incluso lo superaba. Las charlas entre ellos han sido constantes. El niño quiere saberlo todo y su curiosidad no tiene fin. Y Piquito se siente a gusto ejerciendo de padrino deportivo del crío. Piquito se ha mostrado igual de cordial con todo el equipo, pero es innegable que ha saltado la chispa entre ambas promesas del fútbol mospintoleño, una ya casi consolidada.

El pequeño diamante podía volar en cuanto cualquiera de los grandes fuera advertido –y Miguelito destacaba de verdad–, por lo que el cuerpo técnico había llamado la atención de la directiva. Se rumoreaba que el Barça, con su mentalidad de considerar al mundo como cantera, había rondado por el domicilio del niño. Empero, con el Real Madrid, López había establecido un pacto de no agresión.

(Continuará…)