—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Contamos contigo (y 3)

(Lee la entrega anterior)

—¿A qué te refieres?
—Bueno, Iñaki fue tremendamente popular allá por los años 70. Incluso grabó varios anuncios para la televisión y co-protagonizó una comedia cinematográfica con los clásicos de la época.
—¿Pero es que nadie se acuerda de este hombre?
—Sí, la federación madrileña; y la española porque lo tiene cerca. Cuando necesitan llamar la atención sobre su deporte invitan a Iñaki a una gala o le hacen el enésimo homenaje en el que el pobre diablo nada pinta. Le utilizan como excusa para lograr sus propósitos, y el infeliz accede supongo que más por salir de su anodina vida que por rememorar viejos tiempos en los que era el centro de atención en cada fiesta.

» —Entonces no existía este concepto de tirón mediático. Los toreros y los cantantes eran más populares que los deportistas.

—¿Pero tanto prestigio tenía la halterofilia por aquel entonces?
—No… El mismo que ahora si no menos. En los años 70, salvo el boxeo, el fútbol y el ciclismo, y por ese orden, los deportistas eran grandes desconocidos. Pero cuando surgía un portento adquiría notoriedad rápidamente en toda España: Ochoa, Orantes, Ocaña, Nieto… Fíjate en Ángel Nieto. Trece veces campeón del mundo, bueno… doce más una. ¿Te imaginas el tirón mediático que hubiera tenido hoy en día un español campeón del mundo imbatible?
—Lo que no me imagino es que no lo tuviera en aquel entonces.
—Entonces no existía este concepto de tirón mediático. Los toreros y los cantantes eran más populares que los deportistas. Incluso Palomo Linares protagonizó varias películas, como Manolo Escobar. De los deportistas alguno hizo algo en el cine, como Pedro Carrasco. Y te estoy hablando de ayer prácticamente, no de la época de Paulino Uzcúdum. ¡Uy! si hubiera habido un Uzcúdum en la época dorada del boxeo español, cuando los Carrasco, Urtain, Legrá…
—Me es difícil entender aquel mundo, donde un torero protagonizaba películas. Lo puedo entender de un cantante, o de un deportista tal vez. Y no durante su carrera deportiva, sino al retirarse.
—Es natural. Los jóvenes asumís que los valores y las referencias que conocéis siempre estuvieron ahí. Y es que hubo una época en que los valores universales no variaban en generaciones. Pero hoy en día en cuestión de diez años vivimos una nueva realidad que nada tiene que ver con la anterior. El propio concepto de Internet hace diez o doce años no tenía la dimensión que tiene ahora.

Quedé callada, sumida en mis pensamientos. Aquel hombre, allí abajo, sentado en el banco de siempre, con aquella correa desgastada que sujetaba a su perrillo. El perro husmeaba entre las patas del banco y el pie de una papelera. Igual que había estado pasando todas estas semanas atrás… Y yo nunca había reparado en que allí había toda una historia que contar.
—Me gustaría hacerle una entrevista.
—Ni se te ocurra. No tienes ningún derecho —me dijo Felipe sin acritud—. Ni te la vamos a publicar aquí en El Heraldo ni te dejarán hacer nada en Radio Mospintoles. Deja las cosas como están. No te he contado esto para que hicieras algo, sólo para que lo supieras.

No entendí nada.

(Continúa en el siguiente cuento)