—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

El examen (2)

(Lee la entrega anterior)

«…Señor, señor —masculló contrariado—, cuánta razón tenía Juan de Mairena cuando dejó escrito que para conocer a un alumno bastaba sólo con conocer al padre. Teniendo como progenitor al Sebas, lo raro sería que este chico aprendiera algo diferente a lo que se escribe en el Marca y el As. Claro que no sé si hubiera sido peor que en vez de parecerse al forofo del padre nos hubiera salido con los aires de la madre».

Se consoló pensando que, pese a todo, ese chiquillo era el único de la clase que —pese a estar siempre en la inopia— tenía garantizado un espléndido futuro gracias a sus papuchis, una concejala de urbanismo que aspiraba a ministra y un autónomo de la mecánica aspirante a ser concesionario de una marca de prestigio. El chaval no se iba a morir de hambre…

» Camaradas: los milagros sólo existen en la clase de religión.

Como el tiempo disponible era más bien escaso, los buenos estudiantes emularon con el bolígrafo a Fernando Alonso, mientras que los más negados se dedicaron a remolonear en espera de que les llegase la inspiración divina. El problema es que dicha inspiración nunca llegaba pues como solía decir el profe: “Camaradas: los milagros sólo existen en la clase de religión”.

Había pasado ya el minuto cinco del primer tiempo del examen y ningún alumno —cosa rara— había practicado juego peligroso. El profe parecía no prestar demasiada atención al alumnado pero era una estratagema para incautos: si algo le molestaba de sus chicos era que se dedicasen a copiar. A aquello le llamaba “hacer juego sucio” y tal infracción del reglamento implicaba automáticamente la tarjeta roja. Don Faustino, que no tenía un pelo de tonto (y eso que, a su edad, todavía mantenía una buena mata de pelambrera) gustaba de comparar usos y estrategias escolares con sucesos y experiencias que se daban en el mundo del deporte. Aunque nunca había destacado como buen deportista, siempre le encantó hacer ejercicio físico, por eso se decantaba más por prácticas como la natación, el tenis, el yoga y andar sin rumbo por los mil vericuetos de la ciudad. Le desagradaba profundamente el cariz que había tomado el deporte (con el fútbol a la cabeza), usado por el poder y sus mass media para narcotizar a los ciudadanos más que para despertarlos. La prueba era que aquellos mismos chiquillos que tenía tan atareados haciendo el examen apenas practicaban ejercicio físico (excepto Rafa) y, en cambio, perdían el culín y el cerebrín por los grandes ases del balón, los equipos más renombrados y las estrellas más sonadas. Podían no saber qué significa la palabra “frágil” pero conocían de “pe” a “pa” las biografías y chismorreos que circulaban en los medios sobre los grandes ases del deporte nacional e internacional. El caso de Sergio Matute era paradigmático, o sea, ejemplar. Quiero decir, nada ejemplar, aunque sigue siendo paradigmático. No sé si me explico…

Ya en la segunda parte del examen, cuando los más avanzados empezaban a hincarle el diente y el bolígrafo a la frase de la pizarra, llegó el momento temido. Aunque don Faustino tenía puestos los ojos encima de Manuela, ya pillada en otras ocasiones, esta vez fue el amigo Sergio quien ejerció el temido “juego sucio”.

(Continuará…)